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miércoles, mayo 1, 2024

Creciente desigualdad que nos deja la COVID

La pandemia profundizó las barreras existentes para los niños y jóvenes más pobres por el debilitamiento de la economía familiar que les impide acceso a una mejor educación. 

En la última edición del informe perspectivas económicas mundiales se presenta un panorama preocupante: el empeoramiento de la desigualdad que la pandemia de COVID-19 ha exacerbado, y que probablemente sea difícil de solucionar a corto y mediano plazo. 

En el análisis se describen tres tendencias amplias y preocupantes: la desigualdad de ingresos entre países y dentro de los países, y la desigualdad de oportunidades. 

Durante la pandemia, la disminución de los ingresos, la pérdida de empleos y la paralización de los trabajos fueron perjudiciales en el más del 60 % de los participantes informaron haber perdido sus ingresos  

Las respuestas de políticas a estas perturbaciones son un factor clave de la recuperación.  

Estas se han manifestado principalmente en forma de medidas de asistencia social (como alivio financiero para necesidades básicas), medidas de seguridad social (como apoyo a la pérdida de empleo y a la salud) y políticas del mercado de trabajo (como cambios en las reglas e incentivos laborales). Si bien las medidas de asistencia social se implementaron en más del 80 % de los países analizados, los resultados de los sondeos indicaron que solo un promedio del 22 % de los encuestados recibió algún tipo de ayuda gubernamental, una cifra que es aún menor en el caso de los países de ingreso bajo.  

En un estudio de Oxfam se concluyó que el 87 % de los economistas encuestados estuvieron de acuerdo en que la desigualdad dentro de los países va en aumento. 

Los cambios en la desigualdad a nivel nacional se deben más a problemas estructurales que a factores externos como la pandemia, por lo que solo observamos un aumento modesto arraigado en los patrones de desigualdad existentes. Estas desigualdades internas son causadas particularmente por el mayor impacto de la COVID-19 en las personas más vulnerables de la población, como los trabajadores de bajos salarios y del sector informal, y las mujeres 

La pandemia fue especialmente dura para los hogares de zonas urbanas que se ubican en el 40 % inferior de la distribución de ingresos, que sufrieron mayores pérdidas que los segmentos más pobres de las zonas rurales, ya que la agricultura no se vio tan afectada como otros sectores. 

El efecto más duradero y preocupante es la desigualdad de oportunidades.  

Esta refleja las posibilidades desiguales de algunos grupos para alcanzar su potencial académico, profesional y humano, independientemente de su propio esfuerzo.  

Lo anterior representa un potencial desperdiciado no solo para las personas y sus comunidades, sino también para las sociedades en que viven. Si bien se había avanzado en materia de movilidad social en las últimas décadas, gran parte de esos avances se revirtieron a medida que la pandemia consolidó las barreras existentes para los niños y jóvenes más pobres, tanto por el debilitamiento de su posición como por el hecho de que sus padres se encuentran en situaciones financieras más precarias que les impiden realizar inversiones en activos como la educación. 

Solo el 39 % de los niños que asistían a la escuela antes de la pandemia participaron en algunas actividades de aprendizaje o educativas desde el cierre de las escuelas. 

¿Qué significa esto para el futuro? 

También se espera que los desequilibrios macroeconómicos derivados de la pandemia generen una alta inflación, lo que exacerbará la desigualdad de ingresos internas en los países en desarrollo. El efecto de la inflación se puede mitigar a través de políticas públicas redistributivas que ayuden a igualar las condiciones en términos del acceso a servicios como la educación y la atención médica de alta calidad, y al aliviar el estrés financiero en los hogares mediante programas de asistencia social.  

Los niños carecen de igualdad de oportunidades en la educación se encuentran en una grave desventaja para alcanzar todo su potencial en el plano académico, lo que se traduce en una menor productividad profesional al llegar a la edad adulta. Eso significa menos ingresos y mayores niveles de precariedad y menor estabilidad financiera, así como de acceso al financiamiento y a oportunidades de inversión tanto en iniciativas empresariales como de superación personal. 

Una mayor dependencia de la tecnología digital en el sector privado, los servicios públicos y la educación ofrece muchas oportunidades. Pero un riesgo importante de depender excesivamente de los servicios digitalizados es perder de vista a la población más vulnerable, que podría quedarse rezagada en esta transición. 

Para lograr un camino inclusivo que pueda revertir la trayectoria de desigualdad tras la pandemia, los países en desarrollo deben incorporar los objetivos enumerados anteriormente en sus políticas nacionales de recuperación, y deberán contar con el apoyo de la comunidad internacional de desarrollo. 

Cambio climático, pandemia 

Los efectos y las amenazas futuras derivados del cambio climático representan un desafío adicional en la adaptación, las medidas correctivas y el alivio en caso de desastres que los países en desarrollo están especialmente mal equipados para financiar. Respaldar a las naciones en desarrollo en este proceso es una vía clara para que las instituciones financieras internacionales añadan valor y tengan un impacto directo en las poblaciones vulnerables que se ven afectadas de manera desproporcionada y reviertan la trampa de la desigualdad que afectará a las generaciones venideras.

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