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viernes, abril 26, 2024

Otra vez la incertidumbre, otra vez inestabilidad, El Perú NO merece una situación como ésta

No es un tema aislado a San Martín como en todo el país la inestabilidad que vivimos nos afecta en todos los sentidos, gestiones administrativas sin rumbo, alcaldes y gobernadores sin saber a quién acudir, comisiones truncas, hoy coordinas con un ministro, con un ejecutivo o funcionario y mañana ya no está. 

En los 80 la frase de los políticos era “que estábamos aprendiendo a vivir en democracia” Han pasado más de 40 años y la pregunta cae sola ¿Qué hemos aprendido?  

El Papa Francisco en su visita a Perú dijo: El Papa: “¿Qué pasa en Perú que todos los presidentes acaban presos? 

Desde los 80 no salimos de la turbulencia; terrorismo, narcotráfico, corrupción que parece nada detener, narco aviones, fugas y renuncias y renuncias hasta por fax, es decir nuestro país no ha dejado de tener un jefe de Estado que no esté envuelto en temas de corrupción o que no haya sido destituido. Alan, Fujimori, Toledo, Humala, Vizcarra, Merino y ahora el Profe Castillo. Por no citar a Paniagua y Sagasti que llegaron a la presidencia de forma transitoria. Y hasta su santidad El Papa Francisco en su visita a Perú dijo: El Papa: “¿Qué pasa en Perú que todos los presidentes acaban presos?” «La política está muy enferma”. 

Tenemos un estado en crisis institucionalizada; no solo es la Presidencia de la República, son los poderes de estado en una inútil confrontación que va en aumento sin que haya un norte y liderazgo capaz de hacer un punto de inflexión. Grupos políticos, grupos y alianzas de “amigos” para copar la burocracia estatal, grupos políticos que se niegan a una reforma real con financiamientos sombríos con sólo ansias y solo codicias de llegar a un ministerio, a un directorio, a una gerencia, al parlamento a un municipio solo y solo para lucrar y enriquecerse del estado.  

Mientras tanto la pandemia nos sigue azotando y desnudando con estado y como sociedad, sin que haya un mínimo atisbo de corrección.   

La crisis política que ha generado las malas decisiones y designaciones del presidente de la República, Pedro Castillo, ha llevado a que en menos de siete meses de gobierno se tenga cuatro gabinetes ministeriales. 

El gobierno y los políticos deben tener en claro varios aspectos, estamos atravesando una coyuntura nunca antes vista por el precio de los minerales, situación que no se está aprovechando, pues en lugar de incentivar el crecimiento de la minería responsable con apoyo a sus comunidades, es decir se tiene a la mano la solución económica para atender los problemas sociales y reducir la brecha de desigualdad, pero no se le aprovecha, se le desprecia. 

Esta situación no puede continuar así, la Presidencia no puede ser una escuela de aprendizaje, no podemos continuar con un libreto donde las ideas principales son las interpelaciones, la vacancia y el cierre del Congreso, y la búsqueda de soluciones a los problemas de país son casi inexistentes, y las consecuencias de esta anomalía la pagan las personas más necesitadas. 

El «Historiador de la República», Jorge Basadre Grohmann, en su ensayo “La corrupción en Perú sostiene: 

El Estado peruano independiente continuó siendo patrimonialista, como lo había sido el antiguo imperio español. Esto significa que el Estado es regido a través de dones del gobernante y no por leyes válidas para todos. Aunque se mantenga la ficción de la existencia de leyes, porque en la práctica las reglas valen sólo para los comunes, mientras que los privilegiados reciben sustanciosas ventajas. De ahí el dicho, “para mis amigos todo, para mis enemigos la ley”. 

El segundo concepto que emplea Basadre es el de sultanismo. Entre los Estados patrimonialistas existirían tipos y el peruano correspondería a una categoría denominada sultanismo, precisamente por parecerse más al estilo de gobierno del sultán otomano, antes que a los reinos occidentales. En este caso, el tema es el despotismo. El sultán dispone de la vida y hacienda de sus súbditos. No existen derechos individuales, sino que impera la voluntad arbitraria del mandón. 

A continuación, Basadre emplea ambos conceptos para interpretar al país. Su conclusión es sencilla. Dado que se trata de un Estado patrimonialista del tipo sultanismo, la corrupción necesariamente debe ser elevada, porque el sentido último de la acción pública es beneficiar al grupo que sostiene al gobierno.  

Esta conclusión ha sido reforzada por el trabajo de Alfonso Quiroz, quien ha escrito un enorme libro sobre la corrupción en el Perú, desde la época del virrey Amat hasta el ex presidente Alberto Fujimori. 

De acuerdo a Quiroz, en los últimos 250 años, el Perú casi no ha tenido gobiernos honestos. La inmensa mayoría ha fluctuado entre corrupción media y alta. Preguntándose por las causas, Quiroz retorna a los conceptos de Basadre. En el Perú imperaría un nudo gordiano, armado por hábitos perniciosos que convierten al Estado en un botín. Así, la ciudadanía contempla atónita la continuidad de la corrupción, que se expresa en el tránsito de los vladivideos, que cerraron la década de los noventa, a los petroaudios, que rematan esta primera década del siglo XXI. Todo sigue igual. Ojalá se tenga fuerzas e ideas de fondo puesto que, en todos los análisis históricos, la corrupción aparece como la gran causa del atraso y subdesarrollo nacional. Fuente: La República (07/07/2010)

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