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miércoles, abril 24, 2024

Chazuta y la Ruta Celeste

Aprovechando los últimos días del verano los Balseros Ancestrales decidimos realizar un viaje en un rápido por la ruta del Bajo Huallaga, partiendo de Chazuta. Fue el 04 de este mes de setiembre del 2022 cuando los hermanos Herbert Hugo, Jorge Luis y Hugo Orlando Arévalo, Juan Diego Linares, Anderson Germán, Ricardo Cruzalegui Bartra, Josué Villanueva García, Gilda Leveau, Eddie Harris y el suscrito participamos en la travesía en el bote de Fernando Vargas, conocedor de la ruta. Participé en el viaje en representación de Comunicando Bosque y Cultura, de Los Templarios y de Los Wiwaneros Ancestrales.

Recorrer el bajo Huallaga es encontrarse con nuevas emociones que se combinan con el sano espíritu que nos anima: juventud, positivismo, criterio amplio y, sobre todo, admirar los dones que la Naturaleza nos ha regalado a los peruanos, muchos que no saben admirar y que se están destruyendo ante la miseria y poca visión de alcaldes y otras autoridades. Retornar de un periplo del tramo Chazuta- Achinamiza, en el Pongo de Aguirre, es volver con el espíritu rejuvenecido y maravillado de lo visto y disfrutado. Es haber estado en esa naturaleza ubérrima donde podemos ver las rocas y sus arabescos labrados en cientos de años. Es volver a ver ese árbol frondoso que vimos por primera vez hace más de medio siglo. Recorrer esa ruta es como recibir el primer beso de ese amor quinceañero. Emocionarse con esa casita en la orilla y que pareciera esconderse entre la arboleda.

En la ruta encontramos pueblos, y algunos de ellos ya existían desde que Antonio Raimondi recorriera la ruta. El bote, en un deslizamiento uniforme, va dejando estos lugares: Tununtunumba, Llucanayacu, Mushuk Llakta, Canayo, Shilcayo, Tupac Amaru, Pendencia, Curiyacu. Y pasando el Yuracyacu, vemos a Chipeza, antiguo feudo de don Sebastián Tapullima; frente a Callanayacu, caminamos por la extensión de los domos salinos a la margen izquierda del río, famosa mina que proveía de sal hasta los valles del Pastaza y Morona, en el Marañón.

Entre los pueblos que dejamos encontramos una naturaleza exuberante y pródiga, que nos da la emoción como que fuéramos los primeros en hollarla. ¡Esta es la verdadera emoción y que ya no se disfruta en otra parte! Por eso, a esta ruta la hemos denominado la Ruta Celeste, porque todo es magia, hechizo, encanto. Encontrarnos por esta ruta nuestro espíritu se trastorna y alborota. Son tres horas de enajenación cuando vemos ese bosque salvaje, las cataratas que se despeñan desde esos farallones, con sus aguas limpias, frescas. Para decirlo de manera coloquial: es el orgasmo de una masturbación silenciosa.

Después de Callanayacu llegamos a Ricardo Palma, antiguamente Arpa, que se oculta de nuestra mirada por una hilera de cocoteros como si fueran sus guardianes protectores. Minutos después avistamos Achinamiza, en el mismo Pongo de Aguirre, donde el Cerro Escalera y la Cordillera Azul parecieran saludarse y estrecharse la mano. Entonces, podemos decir con alegría y ya totalmente perturbados y locos: “¡Hemos llegado al final del Paraíso por la Ruta Celeste! (Comunicando Bosque y Cultura – Los Balseros Ancestrales – Los Templarios – Los Wiwaneros Ancestrales).

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