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jueves, marzo 28, 2024

La magia la hace el mago y no la varita

“El mito del tamaño del miembro viril es una polémica que no fue inventada por una mujer, ni tampoco por los hombres que desde pre-adolescentes se obsesionan con los centímetros, se remonta desde los inicios de la especie, cuando no se vestía ningún atuendo y las mujeres debían elegir entre los de su aldea al candidato idóneo. Al parecer, las mujeres solían encantarse por el hombre de mayor tamaño, no precisamente en busca del placer en la consumación de su futura unión, sino más bien porque relacionaban el tamaño a la capacidad reproductora”.

En una cultura machista que le da preponderancia a la virilidad y vigor de los hombres, no es raro encontrarse con concepto icónico del pene. De hecho éste, en la cultura occidental, desde la época del imperio romano, y quizás desde antes, ha sido comparado con una espada. Incluso, de esa comparación entre órganos sexuales e instrumentos bélicos, el órgano sexual femenino obtuvo su nombre; vagina viene de vaina: lugar donde se guarda la espada.

En esa representación del órgano sexual masculino como una especie de herramienta invasiva, no es raro que sea común que se le juzgue desde la longitud como principal “deber de ser” para producir placer en su contraparte femenina.

Hay, entre las mujeres principalmente, dos concepciones a la hora evaluar un buen pene: tamaño y desempeño. Cabe decir que entre sí no se excluyen, pues puede haber una complementariedad entre ambas cualidades.

El tamaño sí importa, tanto que se ha hecho una investigación para develar esa encrucijada. “El tamaño normal del pene de los hombres latinoamericanos está entre los 12,5 a 13,5 centímetros en erección, lo que es suficiente para producir una estimulación adecuada, ya que el tamaño de la vagina en estado normal es aproximadamente de unos nueve centímetros de diámetro y en excitación puede llegar a 11 ó 12 centímetros”.

El pequeño:
Debido a alteraciones en la época de gestación del feto, se han dado casos en hombres adultos con penes que no pasan de los cuatro centímetros. Algunos llevan con dignidad su situación, e incluso tienen vidas sexuales satisfactorias, pero otros no son felices hasta que se practican un alargamiento de miembro.

La estimulación de la vagina está en la vulva (labios mayores, menores y clítoris), necesitándose solo unos tres o cuatro centímetros para estimularla. Lo que no quiere decir que a los ojos de una mujer un pene de ese diámetro resulte atractivo. El tamaño resulta un factor psicológico de percepción e incluso fetichista para ambos sexos.

El grande:
Un pene de unos 18 centímetros ya empieza a causar cierta molestia, porque aunque la vagina se ajusta a cualquier cuerpo que entre en ella, desde un dedo a un espéculo, el cuello del útero (la parte más profunda de la vagina) no tiene muchas terminaciones nerviosas a las cuales estimular.

Quedamos claros, en lo que sexología compete, que el tamaño importa, pero no prevalece para satisfacer, ya que para ello se necesita “otros valores agregados” que hacen que su pareja se sienta totalmente satisfecha en el rin de las cuatro perillas.

Así que con la “cortina de humo sexual Gutty” y sus fotografías que muestran su prominencia de su miembro viril, les digo, aterricemos mujeres, eso es lo de menos, pues no es el qué, sino quién y cómo. Y hombres, tranquilos, preocúpense más en las estrategias de hacernos felices y no en deslumbrar nuestros ojos con espejismos inservibles.
La SOCIEDAD PENSANTE está cansada de estar sumergida en temas que en vez de enriquecernos, nos restan. Hay situaciones más interesantes dentro de nuestro contexto social, económico y político. Los medios de comunicación nacionales se han vuelto más faranduleros que informativos. Dejemos pasar las peliculinas mediáticas, que lo único que hacen es distraer nuestra atención.

Y queda claro que un pene grande no es, necesariamente, el secreto para descrestar en la cama. El tamaño influye en la parte psicológica y perceptiva: para hombres, en sentirse bien con lo que tienen. Para las mujeres se convierte en una “valor agregado” que en la práctica no va más allá del morbo que produce ver una herramienta notablemente grande.

Nadie aspira a un actor de películas para adultos como amante, más bien se trata de tener un compañero que tenga un tamaño normal, que sepa desenvolverse sin egoísmos, más bien, con generosidad en los encuentros íntimos y que no reduzca su zona de atención a un solo punto del cuerpo.

El tema seguirá dando que hablar, pero la verdad permanecerá viviendo días y noches en la intimidad de alcobas y rincones a los que no tenemos acceso, seguirá formando parte de las experiencias personales de cada uno de nosotros.

“La magia la hace el mago y no la varita”

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