Qué gran pena, gran amigo… Tantos recfuerdos guardo de tu paso por mi vida, gran amigo de mis padres, de largas borracheras y desde ya niño, yo escuchaba tu linda música.
Recuerdo cómo con Lenin Mestanza reímos tanto ese día en tu casa mientras tocabas esas canciones de protesta que habías compuesto y nos contabas cómo habías sido detenido por el ejército y sacado en calzoncillos por cantar Libre de Pajatén. Cómo cantaste para los cumpas del MRTA y de las veces que venías al diario y por la chamba no podía hablarte lo suficiente.
Tantas veces bebimos copas y me gustaba animarte a hacer música a lo trovador en los bares en lo que muchachos ignorantes de lo grande que eras no te preciaban adecuadamente. Me diste el honor en una ocasión de ser el jurado de La Sangapilla de Oro en Lamas sin ser siquiera ser cantante o saber algo de música.
Y yo que siempre amé tu música, me diste la autorización para utilizarlas en mi programa como banda sonora…
Hoy eres libre como el viento, has roto las cadenas que te ataban a esta tierra en la que nunca fuiste admirado, porque estamos acostumbrados a no ver lo grande que tenemos al costado. Yo, sin embargo, siempre te admiré, pero nunca pude decírte lo suficiente.