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viernes, abril 26, 2024

El incómodo Vallejo para el Perú de hoy

“Los intelectuales resultamos molestos porque invitamos a pensar sobre los problemas del mundo” señalaba en una conferencia la escritora catalana Nuria Amat, y replicaba “los pensadores y escritores somos fastidiosos con nuestras monsergas sobre la frivolidad del arte y la cultura o la violación del yo”. César Vallejo pertenece a dicho grupo. Desde sus textos continúa interpelando a cada peruana y peruano sobre nuestra situación actual.

El 15 de abril se conmemora 85 años del fallecimiento de Vallejo, acaecido un viernes de una lluviosa mañana en la ciudad de París, tal como lo había profetizado en sus versos “Me moriré en París en aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo”.

El poeta peruano más universal apostó por cuestionar a la humanidad para que se construyan nuevas posibilidades de lo verdaderamente humano. Los principales temas de su variada poética fluyen entre la solidaridad, la muerte, la trascendencia, el tiempo, la compasión, el dolor, la enfermedad, lo cotidiano, el amor, la vida, el hogar, la injusticia social y la lucha por la libertad.

Seis presidentes en los últimos cinco años, un Congreso que tiene 90% de desaprobación, aumento de la corrupción y la delincuencia, los sectores salud y educación desamparados, polarización política, descontento y protesta social, en algunos casos radicalizada, así como respuestas represivas e intimidatorias por parte de las autoridades son algunos de los conflictos que padecemos como nación.

Los difíciles acontecimientos vividos en los últimos cuatro meses en nuestra patria parecen reflejados en los versos de Vallejo “Murió en mi revólver mi madre, en mi puño mi hermana y mi hermano en mi víscera sangrienta, los tres ligados por un género triste de tristeza” porque el vate nacido en Santiago de Chuco se interesaba por la justicia y la solidaridad.

Sin embargo, como recalca Ricardo González Vigil “Vallejo no se queda en el desgarrado testimonio del dolor y de la muerte, su búsqueda es, sobre todo, un hallazgo de la vida y un himno de esperanza, de acento profético. Presenta una utopía necesaria. El amor es la única forma de luchar contra los heraldos negros que nos manda la muerte. El amor mata a la muerte”.

Aun cuando muchos compatriotas se encuentran resignados y pueden repetir con el canto “hay ganas de… no tener ganas, Señor”, César Vallejo nos anima con el poema y reitera “¿Recordar? ¿Insistir? ¿Ir? ¿Perdonar? / Ceñudo acabaría / Recostado, áspero, atónico, mural”. Lírica analizada por el crítico Víctor Vich para afirmar que la persona está intranquila porque está en búsqueda de sí misma y del sentido del mundo y se pregunta qué debo hacer, ¿cómo debo afrontar la vida?

El arte ofrece nuevas posibilidades de encarar la realidad. Nuestro gran poeta escribió “Hoy me gusta la vida mucho menos / pero siempre me gusta vivir: ya lo decía” porque Vallejo es el poeta de la esperanza, que entiende que el bien y

la dignidad del ser humano son lo más importante. Su visión optimista y gusto por la vida se expresa en los versos siguientes “Me gustará vivir siempre, así fuese de barriga, / porque, como iba diciendo y lo repito / ¡tánta vida y jamás!”. Se hace así un homenaje a la persona, se celebra su capacidad de resiliencia y se sugiere la reconciliación y aceptación a pesar de las carencias y faltas.

César Vallejo revolucionó el lenguaje a la vez que comprendió que lo primordial es la dignidad del ser humano. Eso nos enseña hoy, a cuestionarnos la realidad, pero a mirarla con optimismo. Y seguramente con ironía y con su fino humor porque hay que “guardar un día para cuando no haya”

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