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jueves, marzo 28, 2024

Apurada historia del periodismo sanmartinense, 4

Carlos Cotrina del Águila (Cuñumbuqui, 24.07.1945) le entró con ganas al periodismo. Hijo de Moisés Cotrina del Águila (Agua Blanca) y Zoila del Águila López (Cuñumbuqui) desde los cinco años, con sus padres y hermanos, radicaría en Lamas donde se convirtió en un referente para el rescate y la valoración de la cultura lameña. Pocos como él para promover los valores de su ciudad adoptiva con una pasión y terquedad encomiables. Y al periodismo se dedicó desde la secundaria cuando en el colegio Martín de la Riva y Herrera funda el periódico mural El Heraldo, con Américo Vera Tudela, como nos lo cuenta, y que eran textos manuscritos.

Le visité a Carlos, en Lamas, para esta crónica, porque, nadie como él para hacer un periodismo cultural rescatando el modo de expresión de sus habitantes como se encontrarán en la serie de publicaciones periódicas que realizó, siendo el primero el “Filabotón”, que se publicaría entre julio de 1972 a junio de 1978, en pleno auge de la dictadura de Juan Velasco Alvarado y donde, sus auspiciadores fueron los socios del Club Social Lamas, todos ellos intelectuales y promotores de la lectura. En esta publicación colaboró su hermano Abner, reconocido líder sindical del SUTEP. También eran poderosos colaboradores empresas tarapotinas: Comercial Vidaurre, Factoría Rocha y Hermanos, Julio C. Mesía Pipa, el bazar Saavedra, discos Shapumba, Laguna Nueva Venecia, Laboratorio Pasteur, Zapatería Luchita.

En el número 9, de junio 1978, “Filabotón” arranca con el titular provocador “¡Basta de hambre! El pueblo debe persistir en la lucha”. En las páginas interiores toca los temas de la toma de una avioneta en Chazuta; la noticia sobre el caso de radio Tropical cuando por reírse ante el micrófono abierto despiden al locutor Rolfe Ramírez. Aparece casi como un suelto la noticia de la acusación a Carlos Cotrina por “ultraje a la bandera”, pues, cuando se produce el embanderamiento de la ciudad él colocó una tela negra en la puerta de su vivienda, por lo que fue hostilizado por la policía y por la Zona de Educación Nº 62; sin embargo, él y Abner persistieron en su lucha contra la dictadura, dentro de sus paradigmas de defender los intereses del pueblo y la justicia.

“Filabotón” se convierte en una publicación de análisis de la coyuntura política de la década de los setenta. Eran los duros años de la dictadura militar cuando hacer periodismo era difícil y peligroso, en un escenario en donde solo los valientes se atrevían, lo que significa que el verdadero periodismo es lucha, es pasión, es amor por comunicar y servir. Eran los tiempos de la gran prensa escrita capitalina expropiada por el régimen de Velasco, noticia que agarró de sorpresa a todos; sin embargo, a pesar de ser una prensa al servicio del poder de la época mantuvo su calidad, cualidad que nadie ha mencionado. “Filabotón”, es ya una publicación histórica, que el gobierno regional debe recatarlo como patrimonio cultural. En sus páginas encontramos los hechos acuciantes de la época, las ocurrencias de esos tiempos que nos identifican y nos describen y, sobre todo, el quehacer de un periodismo comprometido. O sea, el buen periodismo. (Continuará). [Comunicando Bosque y Cultura].

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