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viernes, marzo 29, 2024

Con aroma de café: En intimidad con el ex premier…

Por: Karina Roncal

La noche del 7 de Octubre estaba fría, un poco de  llovizna. Fue un encuentro sin presentimientos, como ocurre siempre en el infinito juego de azares y certidumbres imprevistas que es la existencia, momentos y palabras que sin razón alguna te desubican y ubican a la vez.

Y así me detuve en la entrada, fijamente mirando a todos los que presenciaban un íntimo encuentro de personajes periodísticos y amigos cercanos, en donde resaltaba la presencia del ex premier. Muchas personas me hablaron de él, lo ensalzaban, utilizaban frases de éxtasis sobre su presencia y lo enigmático, misterioso y que a su edad reflejaba la apariencia de un tío power, a lo Richard Gere.  En más de una ocasión comenté que su parecido físico con Vargas Llosa, era casi idéntico.

César Villanueva, para mí fue siempre el tipo de político que no solía transmitir ese sinsabor que para los que no son ayayeros ni politiqueros, como mi caso, nos agradaba. Conocí de él, lo suficiente como para poder hablar, pero entendí más de él, cuando logré tenerlo en intimidad.

Villanueva, literalmente estaba del otro lado de la vitrina mojada y yo mirándome en ella y en impregnante mirada como en el espejo que prefija la continuidad de los encuentros hasta el infinito. Esa mirada fue la que observé cuando escuchó “Con aroma a café”. Una mirada curiosa, un aplauso y la intriga que causo en mí al observarlo.

Con sesenta y algo de años encima, con el acompañamiento inseparable del cigarrillo, con su tan peculiar camisa a rayas y el aire de intelectual y niño a la vez. Su sola presencia cuando nos presentaron me puso nerviosa, los tragos empezaron a llegar, roncito con hielo y limón en su punto, el ambiente ya estaba hecho. Periodísticamente atractivo. Una frase salida de él me congeló por un segundo, “Revelaste mi secreto”. Para ser sincera me sentí preocupada, pues en el año que voy escribiendo en esta columna no había osado hablar a la ligera directamente de alguien. Pasó por mi mente que quizás el hablar de infidelidad, desamores y ataques directos a los indefensos del género masculino, había generado en él, como en otros personajes sanmartinenses alusión y susceptibilidad frente a temas en los que yo tenía la sartén por el mango. Pues no, falsa alarma, Villanueva prosiguió y me confesó que la columna “Con aroma a café”, desde su inicio le pareció simpática, por un pequeño detalle, el cual le trasladaba a una de sus reuniones en Washington , en dónde reveló el secreto que tiene Perú y la Amazonía, en tener el mejor café del mundo, era la presencia de mujeres al sembrar, cosechar y estilizarlo, acompañado del exquisito aroma que emana del café.

Con tremenda aterrizada a la realidad y sabiendo que lo que me decía no era nada personal, agregué una leve sonrisa coqueta y pícara a la vez (algo que me caracteriza desde niña). El ex premier finiquito agradeciendo el haber pensado en ese “aroma a café” para poder transmitir artículos de opinión, que sin duda estaban al gusto de los lectores.

Con el pello erguido como gallo después de haber ganado una pelea, el ron con hielo me refrescaba. La noche se tornó más amena y atractiva. Empecé a hacer catarsis, pude identificar la fortaleza que existe para quienes escribimos en un diario, pues llegamos a ser portavoces con la realidad de una sociedad y de una cultura, cultura viva que traspasa fronteras, como el aroma a café…se extiende, cautiva, excita y enamora.

La cualidad maestra de Villanueva, para mí es el uso de la inmensa ventaja de su erudición. No una falsa erudición, sino la erudición verdadera, insondable, arcana, a través de la cual es posible construir todo un mundo imaginario, utilizando sus reflejos, y sus caminos y entreveros como si se tratara de un laberinto imposible, un falso laberinto, que es el mundo apócrifo de la ficción, morirá siempre de una puñalada limpia.

Que alguien como él, que perseguía la perfección con delirio. Que  siempre buscó no atacar a alguien mediáticamente, generó un puente para congeniar, tratando de llegar a fondo para lograr algo que fuera lo más parecido a la verdad, aún con trampas, como las citas falsas de autores que nunca existieron. Yo estaba ahí, el tío bien puesto también, el puente fue el aroma a café, pero la tertulia fue el éxtasis de lo más íntimo en mí, la pasión por escribir.

En apariencia, quizás no haya nada tan lejano al mundo de Villanueva con mi mundo. Para una aprendiz apasionada y con amor al escribir, esa noche significó un encuentro íntimo y de placer al conversar; fue como  ir de Perú a Japón, atravesar el mundo.

Estuve con él, intelectualmente un humorista con vestiduras de  político.

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