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martes, abril 30, 2024

La felicidad de tener enemigos

Desde los años noventa quería escribir un artículo referente a la felicidad y el cómo los “enemigos” contribuyen a que seamos felices. Porque, esas personas hacen diferente nuestras vidas: le dan variedad, encanto, armonía y nos ponen a tono con la naturaleza. Gianfranco Hereña, en una entrevista al conocido actor Lucho Cáceres, cita a Julio Ramón Ribeyro: “No he sido amado, ni odiado ni ignorado, en consecuencia, debo haber sido un miserable”. El mismo actor agrega: “Yo me preocuparía si todo el mundo me quisiera. La cosa es que te odien también. ¿Cómo le vas a caer bien a todo el mundo? Si no te odian es que no estás haciendo nada; no estás siendo honesto”.

Hasta el año de 1986 creía que mi vida transcurría en un idilio de felicidad: de esos remansos en donde vivimos en una rutina cuando pareciera que todos nos quieren y nos cuidamos para que nada ocurra y nada cambie en nuestras vidas. Sin saberlo, hemos entrado en ese escenario de la mediocridad en donde la máxima aspiración es no meterse con nadie, no hacer nada, ser ‘un buena gente´, no tomar decisiones para que nadie te cuestione. Algo similar a lo que era la misión de un ex director de Agricultura quien, entre tragos, decía que estaba orgulloso de su foja de servicios limpia: sin un proceso administrativo, sin una observación: esto es, nunca hizo nada trascendente por temor a equivocarse y por ahí, ya jubilado, anda sin pena ni gloria.

Mi mayor orgullo y triunfo personal es saber que existen personas a quienes no simpatizo. No es necesario que ellos me lo digan, porque basta conocer las actitudes de las personas. ¿Y por qué no les simpatizamos a todos? Porque rompemos esquemas, destruimos paradigmas, hacemos algo, sin querer queriendo les decimos a muchos que son esas falsas luminarias que pretenden pasar de sabios, falsos dechados de sapiencia, falsos héroes. Y casi diariamente se nos cruzan esos intelectuales que caminan por las calles y miran a la gente como diciéndonos que nos hacen un favor cuando salen a pasear por la ciudad.

No sé si funcionarán esas reglas que enseñan ´cómo caerle bien a todo el mundo´. Los Rosacruces enseñan que todos los seres humanos tenemos un aura –que es como un halo de energía—que nos pone en contacto automático con otras personas y que si ellas despiden la misma energía se armonizan los espíritus; que significaría congeniar desde el inicio. Y si le caemos bien al otro, casi siempre terminaremos acordando tomar unas cervecitas.

La esencia de la vida es ser uno mismo. Procurar ser auténticos en nuestra manera de ser, actuar y proceder debe ser la auténtica misión de nuestras vidas. Ser honestos, aunque la honestidad absoluta no existe, según Bertolt Brecht, debe guiar nuestros senderos, aunque no te garantizará que no tengas enemigos. Pero, más que enemigos, son personas equivocadas, aunque te calumnien por la radio, te “homenajeen” con un pasquín, pretendan desacreditarte en reuniones. Pero no puedo dejar de mencionar que existe un funcionario regional quien, desde finales de los años noventa se ha dedicado a desacreditarme y difamarme de manera permanente y violenta. ¿Por qué lo hace? Me gustaría saberlo. Cuando me encuentro con el sujeto suelo saludarle siempre con la expresión: “¡Tenemos que hablar!”. (Comunicando Bosque y Cultura).

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