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sábado, abril 20, 2024

SIN UTOPIAS

El catolicismo manchado por el político Cipriani

Por: Ricardo Quevedo

Juan Luís Cipriani. Este es el nombre del cardenal, que humillantemente representa a la Iglesia Católica, equivocando el oficio del sacerdocio con el papel de político. Este cardenal debería reflexionar qué representa y a quién viene representando desde el cargo de autoridad católica.
Si piensa que es el representante de Dios, cuya gracia y poder, son pocos los hombres que lo disfrutan y son pocos los que lo administran sembrando la buena semilla de la paz y del amor en los corazones de cada hombre. Si piensa Cipriani que este poder y esta gracia los tiene, está totalmente equivocado, pues a quien representa es al fujimorismo, a la injusticia, a la corrupción en su más alto grado, convirtiéndose en un cómplice más de miles de muertes inocentes.
El cardenal que en vez de hacer el digno papel del sacerdocio, hace el triste y miserable papel del político rastrero desde un púlpito, que si Cristo literalmente estuviera en la Tierra, le sacaría de la iglesia a fuerza de golpes y patadas, aunque él estos atributos de reprimenda nunca utilizó más que la propia autoridad de sus palabras. Sólo en una oportunidad a latigazos sacó a mucha gente de la sinagoga quienes convertían a este lugar de oración en un lugar de mercadeo.
La Iglesia Católica también se viene convirtiendo en un lugar de compra y venta, donde Juan Luís Cipriani, el máximo representante y vendedor de cebo de culebra, vende desde el púlpito la imagen de un ex dictador, buscando formas de limpiar las mil y cuántas atrocidades cometidas por el sentenciado Alberto Fujimori.
Busca la forma de vender la santidad de alguien que no tuvo ni la mínima gentileza de pedir perdón público al país por la masacre de la Cantuta y los Barrios Altos, donde sus vasallos militares jugaron con la carne humana a puro tiro de pólvora; busca vender la imagen de un reo Fujimori con la cantaleta de que supuestamente pacificó el país, cuando de por medio había acuerdos bajo la mesa con el mismo Sendero que operaba psicosocialmente en las zonas rurales y urbanas, cuyos resultados eran muertes permanentes de gente inocente.
Si este cardenal es el representante de la injusticia y de la corrupción, debe inmediatamente renunciar, (siguiendo el ejemplo de Venedicto XVI ), a la Iglesia Católica y sobre todo al equivocado papel que hace de cardenal, que le queda demasiado digno para él, que es inmensamente indigno, pues hace ya buen tiempo que viene confundiendo la fe hacia un Dios, con la fe hacia un reo sentenciado, la fe hacia un Cristo, con la fe a una cúpula militar manchada de sangre inocente, con la fe hacia un partido político, que cuando era gobierno compró a políticos débiles, sin principios, sin valores, a pertenecer a sus filas a prueba de duros condicionamientos con pesados billetes de beneficio.
Compró a periodistas que confundían el oficio de investigación con la corrupción; compró a funcionarios, jueces, personalidades de toda índole, quienes desfilaban a ponerse de rodillas frente al magnate Montesinos, convirtiéndose el Estado en un aparato institucional totalmente secuestrado.
A veces el bien y el talento no son hereditarios, pero el mal y todo tipo de lacra, son siempre hereditarios y hasta genéticos. El hijo y mimado Kenji, heredó la astucia del gran aliado Montesinos y de su propio padre para crear empresas de fachada cuando en el fondo de todo, se tejen situaciones que lindan con lo penal y el narcotráfico, que recientemente se encontraron en una de las empresas que el querido hijo es socio mayoritario, y que la comisión ética del Congreso, viene haciendo un trabajo de tortuga para un proceso de investigación, y que no hay más cosas que investigar, porque el delito está fehaciente y tácitamente comprobado.
Esto de los indultos, realmente es una mala práctica que se le dé toda la potestad a un presidente de la nación, que toda una familia fujimorista versus alias Cipriani, más la complicidad inconsecuente de algunos medios de comunicación, están más que deseosos esperando la firma “humanitaria” de un presidente también inconsecuente en principios, como es Ollanta Humala. Que no sería nada raro que le firme el indulto, porque éste ya demostró el canje de su personalidad contestataria y rebelde que fue, con el cargo de la presidencia que se amoldó de acuerdo a las grandes negociaciones de la política neoliberal, sin importarle los principios de valor que exhibió en un principio.

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