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martes, abril 30, 2024

Un acto de amor

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Decía un amigo mío: si vas a hacer algo hazlo bien si no, no lo hagas. No estoy plenamente de acuerdo con él porque reconozco el valor del esfuerzo, de la noble intención, de las ganas en hacer algo ya que al fin de cuentas, a veces por factores ajenos a uno y por lo mismo fuera de nuestro control, no salen las cosas como lo esperamos. Pero hay que hacer siempre lo mejor que podamos, nuestro mejor esfuerzo, la puesta en marcha de nuestras potencialidades y capacidades, más aun si se trata de educar a niños y adolescentes, de acompañarlos en este proceso hacia ser mejores personas cada día, de ser hombres y mujeres que aporten desde sus espacios a forjar una nación más justa, más progresista sin dejar de lado la esencia humana, sus valores morales, su humanidad.

Y no es cuestión acá de engañarnos y suponer que todo el que termina su secundaria va a estudiar en alguna universidad o un instituto, pues bien sabemos los docentes que eso no es así; entonces, formemos académicamente, pero más aun formemos al ciudadano, al hombre honesto del mañana, a la mujer íntegra del futuro. Hay quien dice que la casa educa y la escuela instruye, que son los padres los responsables de la educación de los hijos y que la escuela solo se dedica a impartir conocimiento formal, académico. ¿Y si nuestros niños vienen de hogares destruidos por el alcoholismo, la violencia familiar, la ausencia de un padre o una madre? Entonces ¿qué hacemos con ellos, los que luego manifiestan conductas agresivas o se acogen al silencio, a estar sin estar.

Lo peor que podemos hacer los maestros es ser indiferentes a los contextos de origen de nuestros estudiantes, es preciso que haya no solo un compromiso profesional sino personal. Eh ahí justamente la diferencia entre un docente que marca la vida de un estudiante y uno que se borrará de los registros de su memoria. Pues buen docente no es aquel que sabe más sino quien ama más, porque enseñar también es, en el fondo, un acto de amor.

En secundaria, los estudiantes llevan una hora a la semana tutoría, un tutor es asignado a una determinada sección y durante todo el año el docente tutor entra una vez a la semana a esa sección se supone a orientar, generar reflexión-acción de los procesos biopsicosociales por el que vienen pasando los adolescentes; pero no es así siempre, lamentablemente. Y esa valiosa hora de tutoría es muchas veces malgastada en una hora donde se coordinan rifas, ventas de esto y lo otro para la promoción a fin de año.

Hablamos de cambiar la educación pero nos falta cambiar viejas prácticas institucionales, entre ellas el no asumir conscientemente que un docente no necesita ser designado formalmente como tutor de aula para que haga trabajo tutorial. Basta ser docente y tener ese contacto diario o inter diario con nuestros estudiantes para asumir personalmente un compromiso con estos chicos y chicas que encierran grandes potencialidades y que, increíblemente, confían en nosotros.

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