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viernes, mayo 3, 2024

El inicio del sexo

columna

Entre los tobas existe una leyenda sobre el inicio de su tiempo que olvida todo lo que tiene que ver con la creación de la tierra y el cielo. Para los tobas del gran chaco argentino, todo empieza con la llegada de la mujer.

Cuando todo era masculino sobre la tierra, solo existía el hombre guacamayo, el hombre zorro, el hombre ñandú, el hombre javirú y demás. Fue en esas circunstancias en las que llegaron las mujeres. Bajaron desde el cielo por una escalera de oro… pero para robar el alimento que escaseaba para ellas, en los almacenes que los hombres tenían. Fue así que nació el amor.

La historia continúa por límites impensados. Un día el hombre zorro, tras los fallidos intentos del hombre guacamayo (quien al interior de los almacenes fue enviado a descubrir quién les robaba el alimento y falló por bullicioso), descubrió algo más hermoso que el oro y que todo alimento que el hambriento podía comer. Descubrió a una mujer que brillaba como nunca otro ser había brillado. Ni las luciérnagas hombres eran tan bellos, ni siquiera los peces luminosos la alcanzaban. Sorprendido y sigiloso como había aprendido de quienes eran su pasado buscó por dónde las mujeres habían llegado a la tierra y descubrió la escalera que conectaba al cielo con su suelo, como serpientes que se enredaban y se las robó.

Las mujeres descubiertas y sin posibilidades de escapar, fingieron ser súbditas del hombre zorro, quien descubrió dos bocas en ellas. Las dos llenas de dientes, una inferior y otra superior. Quiso, tal vez por un mandado superior, ingresar en el cuerpo luminoso, a través de una parte de su ser de la que aun desconocía su razón, por la boca inferior de ella, con un miembro que crecía estimulada por Tupaj, la serpiente a quien todo pertenecía y aquel miembro fue cortado de tajo.

Molestos los otros hombres seres, optaron por arrancar esos dientes a garrotazos de todas ellas y de ese violento acto nació algo llamado el sexo y a partir de él, la sublimación del amor. Desde aquel tiempo, los hombres perdieron vida, pero parieron descendencia y las mujeres aprendieron a amarlos.

Y así cuentan los tobas el inicio del tiempo, sin complicaciones sobre las trinidades, aprendiendo a ser siervos de Tupaj, la serpiente a quien pertenece todo.

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