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martes, abril 16, 2024

A través del cristal – El Fondeagro o esos años cuando todos estuvimos locos

Willian Gallegos Arévalo

columnista

Cuando Alberto Fujimori avanza en su plan de liquidar al país, le llegaría su turno a la banca de fomento. Antes ya había liquidado a las empresas comercializadoras de arroz (ECASA) y de maíz (ENCI). Los productores se encontraron sin los entes estatales que compraban sus productos y tuvieron que someterse abruptamente a las leyes del mercado. Pero ya Fujimori había venido tonteando al país con el cuento de la Banca de Desarrollo Regional hasta que decide desactivar la llamada banca de fomento.

En el mes de marzo de 1992 el gobierno aprueba una partida para “no desfasar la campaña agrícola en el país ante la iliquidez del Banco Agrario”, y destina a San Martín un millón y medio de dólares para ser canalizados como préstamos a través de la Corporación de Desarrollo de San Martín, vía el Fondeagro, recientemente creado. ¿Cómo atender la demanda en un mercado contraído y con agricultores que no eran sujetos de crédito, las cosechas se perdían, los precios del arroz y del café estaban en sus más bajos niveles históricos? ¿Cómo distribuir esos escasos recursos cuando el Banco Agrario movía más de setenta millones de dólares aplicando tasas preferenciales y el Fondeagro tenía que aplicar tasas leoninas porque así lo disponían las normas? La situación era realmente difícil.

Por esos días, Gonzalo Villavicencio Aguilar, entonces Director Regional de Agricultura, me invita a organizar un equipo de trabajo. Me encuentro entonces con un directorio que estaba constituido por catorce miembros, entre funcionarios y representantes gremiales. Poco después, Gonzalo Villavicencio sume la presidencia del CORDESAM. Casi un año más tarde se recompone el directorio y entra un representante de la banca privada.

¿Cuál fue la tónica que le impuso el gobierno regional al Fondeagro? Pues, ser un factor aglutinante con las organizaciones agrarias para recuperar la tranquilidad social-política y la paz en la Región. Fue así que la Federación Agraria Selva Maestra se convierte en el centro de las coordinaciones de las organizaciones de productores, como requisito previo para pasar al Fondeagro. Hasta que llega el día de la transferencia del millón y medio de dólares para los hombres del campo. Gonzalo Villavicencio, ya presidente, convoca a Moyobamba a todos los representantes de los sectores vinculados al agro, y ante la presencia del Ministro de Agricultura de entonces, entrega a Segundo Centurión Pérez, presidente de la FASMA, un cheque simbólico por US$1´575,000.00.

Se da inicio a un proceso en el que se tendría que aplicar una estrategia para colocar esos escasos recursos ante una excesiva y desmedida demanda de financiamiento, cuando los productores agrarios no tenían títulos de propiedad ya que todos se encontraban en poder del ex Banco Agrario, y era imposible hipotecar predios para garantizar los préstamos. Por ejemplo, un solo gremio solicita un millón de dólares. Exigir garantías significaba pedir peras al olmo, porque nadie estaba en condiciones de darla, y menos en esas circunstancias. Tuvimos, entonces, que asumir riesgos y, al hacerlo, terminaríamos pagando de manera dramática y trágica la factura.

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