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miércoles, abril 24, 2024

Vacacionando de la mentira…

columna

La humanidad me ha enseñado a dejar de creer en muchas de las cosas que se rezan como certezas. Por ejemplo, yo que viví con terror la lectura del apocalipsis cuando niño, que llegué a creer en que Dios habitaba en las nubes y que hasta había que justificar las horrendas matanzas que se daban entre reyes de la antigüedad, porque eran de la antigüedad, antes del nuevo pacto (y hasta las torturas de la “Santa” Inquisición, porque eran necesarias en un tiempo de extravío); hoy soy capaz de decir sin temores, que no creo en nada de eso; que considero incluso que es necesario denunciar y no olvidar.

También dejé de creer en los códigos de ética, porque los que más los enuncian, son los que más embarrados en la pobreza espiritual se encuentran. En ciertas circunstancias, llegué al asco en mi profesión, en el periodismo, y más que nunca cuando aquellos que apelaban a la objetividad, al espíritu crítico, al amor a la verdad, terminaban justificando la matanza de cientos de miles de ojos en el bosque, como ha sucedido con esas empresas que siembran la palma aceitera.

Yo prefiero decir que soy tan humano como todos, con mil errores y desviaciones de un camino purista. No soy objetivo, porque para eso debería ser robot y hasta miento con frecuencia; pero no justifico el crimen, ni me pongo de aliado de quienes matan. Por eso es que estoy de vacaciones del periodismo político, por ahora leyendo en el bosque las letras que un verdadero Dios ha dejado.

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