Nadie nos dijo que el matrimonio necesariamente debe ser todo color de rosas, que comeremos perdices y seremos felices, que siempre nos despertaremos con sonrisas de oreja a oreja, nadie nos lo contó, más que aquellos cuentos de Disney, quienes leímos, idealizamos lo que no existe.
Y una prueba de ellos son mi padre y mi madre, que cumplen 46 años de casados y que son el reflejo de que ni el color de rosas ni las perdices van a acompañar nuestro recorrido diario, pero que la determinación de hacer que algo perdure siempre está con ellos, porque sobre todas las cosas está el cariño.
Manejar una relación no es nada fácil, pero creo que se debe poner en la balanza lo que más pueda tener valor… obviamente en algunos casos la mejor decisión es continuar cada uno un camino distinto, pero en este caso quiero reconocer y admirar a mi Rosita y Julio que nos dieron la oportunidad de ser parte de esta vida y cumplir nuestros sueños.
En nuestros corazones recordamos siempre aquellas veladas familiares donde la poesía estaba presente, escuchar recitar a mi madre e inmediatamente a mi padre le preguntaba ¿qué es el beso? y concluía: “… une tu boca a mi boca y sabrás lo que es un beso…”, cómo no emocionarse con esos momentos.
Y claro que estuvieron las llamadas de atención, los jalones de orejas, esas miradas que bastaban para callarnos y enderezarnos, pero que han permitido hacer de Julio, Rosali, Silvia y Lenin lo que ahora somos, seres imperfectos, pero felices.
Compartir estas líneas con quienes nos leen, solo busca demostrar que las cosas no tienen que ser fáciles, pero tampoco busquemos hacerlas imposibles. Feliz aniversario Julio y Rosita.