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jueves, marzo 28, 2024

A través del cristal – Javier Diez Canseco Cisneros y los miserables de la política

Por Willian Gallegos Arévalo
columnista

Ya han comenzado a publicarse las declaraciones de los miserables de la política a raíz de la muerte de Javier Diez Canseco Cisneros, uno de los mejores referentes de los políticos peruanos de izquierda de los últimos cuarenta años.
Alguna vez Vladimir Ilich Ullianov, Lenin, escribiría que cuando un reconocido político revolucionario muere, comienzan los elogios y reconocimientos. Mientras vivo, hacen lo posible por destruirlo. Ahora los hipócritas abundan en sus palabras falsas como la del impresentable que dice ahora “Honor al adversario que se va. Solidaridad con sus familiares y amigos. Descanse en paz, Javier Diez Canseco”. Sin embargo, este “político” criticó la decisión del poder judicial que reconocía los derechos de Javier quien había sido suspendido noventa días por el pleno del congreso, en uno de los actos más perversos de los que se tiene memoria y donde un cucufato preside la Comisión de Ética.
Javier Diez Canseco irrumpe con mayor impulso en la política para las elecciones de 1978. Entonces, la izquierda peruana se presenta con dos frentes: la Unidad Democrática Popular (UDP), donde estaba don Javier, y el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP), liderado por Genaro Ledesma Izquieta. En 1978, durante la campaña electoral para la asamblea constituyente, Javier Diez Canseco, Agustín Haya de la Torre (quien años atrás sería un disciplinado compañero) y Víctor Hurtado se convierten en referentes de la UDP y por primera vez se los ve en la televisión, gracias al espacio que se había dado por ley.
Pero no queremos hacer un panegírico sobre Javier; su vida misma es ejemplo de consecuencia y habla por él mismo. Lo que podemos elucubrar es que tuvo que luchar dentro de esa jauría de individuos que quieren pasar por políticos, para defender sus objetivos de justicia social, y esa jauría, con la sanción que le impusieron ha dado muestra una vez más de su miseria y bajeza. Por eso, hizo bien la familia de no aceptar la corona enviada por el presidente del Congreso, y advertir que no permitiría el acompañamiento en el velatorio de todos esos individuos que lo sancionaron. Me pregunto: ¿Mauricio Mulder tendrá en cuenta el pedido de la familia, cuando es este mismo sujeto el que calificó de payaso al juez que anuló la sanción que le aplicó esa jauría congresal?
Nadie como Javier Diez Canseco Cisneros para procurar hacer de ese Congreso lleno de mediocres y grises un centro para el debate enérgico y alturado, expresándose con energía pero dentro del respeto que se debía él mismo y al país. No dio pábulo ni espacio a la vulgaridad. Su presencia sirvió para que, cual un rayo de luz, alumbrara ese escenario que la mediocridad había convertido en un antro oscuro y pernicioso. Quedan en el recuerdo sus intervenciones, pero teniendo el tino y cuidado necesarios para no entrar en debate con los bastardos y calumniadores profesionales, quienes hubieran querido tener el privilegio de que Javier entrara en un debate con aquellos.
¡Honor a un político que fue realmente auténtico!

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