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jueves, abril 18, 2024

Pastillas para no dormir – ¿Y la comida basura?

Por Alonso Ocampo
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El debate generado a partir de la aprobación de la Ley de Alimentación Saludable ha generado que algunos sectores económicos del país salten hasta el techo para mostrar su molestia en el entendimiento que este tipo de regulaciones limita la publicidad de la llamada “comida chatarra”. La mencionada norma, entre otras cosas, supervisa la publicidad de alimentos y bebidas no alcohólicas.
Pero cuál sería el impacto real entre los consumidores, yo creo muy poco o nada. El ejemplo más extremo es la existencia de la prohibición absoluta de publicidad de los cigarrillos, adicionalmente sus fabricantes están obligados a colocar en sus empaques fotos impactantes de diversos cánceres que provoca su consumo, pero está demostrado que a la gente advertencias que protejan su vida como “fumar produce cáncer” les importa un rábano.
Lo mismo sucede con aquellos alimentos que contienen ingredientes absolutamente dañinos para el organismo humano como grasas saturadas, conservantes, colorantes, estabilizantes, etc, casi todos sabemos que esos alimentos producen obesidad, problemas de colesterol, diabetes y diversos tipos de cánceres, pero igual lo seguimos consumiendo con una despreocupación que el consumismo nos ha enseñado y que posteriormente trasladamos a nuestros hijos.
Si un alimento es dañino para la salud será decisión personal y/o familiar retirarlas inmediatamente de nuestro menú habitual, así que desde mi punto de vista con la dación de esta norma no se ataca el tema de fondo de una manera frontal. De lo que sí debería preocuparse el Estado Peruano es la formulación de políticas de masificación de hábitos alimenticios saludables en todo el territorio nacional.
Pero este asunto de regular la publicidad de algunos alimentos es de menor relevancia cuando somos incapaces de adoptar medidas contra la “comida basura” que miles de peruanos ingerimos diariamente. La “comida basura” es aquella cuya preparación se realiza en condiciones absolutamente insalubres y con una manipulación antihigiénica de los alimentos.
Unos con más frecuencia que otros consumimos anticuchos, alitas de pollo, cueritos de chancho, refrescos con agua sin hervir en las calles de nuestras ciudades. No solamente hablamos de la contaminación de los alimentos por su exposición en la vía pública sino también de aquellas personas encargadas de la preparación a quienes podemos observar sin gorros, sin tapabocas, con mandiles cochinos, uñas mal cortadas, a estas alturas poseer carné sanitario no tiene ninguna relevancia. Ajíes expuestos, baldes de yuca donde todos meten las manos, parrillas que son limpiadas con trapos absolutamente contaminados completan el insalubre panorama.
Pero eso no solo sucede en los “agachaditos” también en los restaurantes –con honrosas excepciones por supuesto- pisos sucios, refrigeradoras y cocinas cochinas, cubiertos mal lavados son moneda corriente, pero si somos más rigurosos seguramente encontraremos pescados sin la adecuada cadena de frío que garantice su conservación, eso sin contar aquellas carnes y pollos cuya procedencia se desconoce. Si un local de la conocida mundialmente Kentucky Fried Chicken fue cerrada en Lima por la reutilización de aceite ya nos podríamos imaginar cuál será la realidad de nuestros restaurantes, saborear esas ricas papas, ese delicioso pescado o ese jugoso bisté se convierte en un suicidio a largo plazo. Las sustancias que produce un aceite recalentado ya fueron citados en estudios biomédicos donde se relaciona su existencia en el organismo con diversos tipos de cáncer y enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer y el párkinson.
Además de los problemas de salud del individuo habría que ver cuánto gasta el Estado Peruano en los tratamientos de las diversas enfermedades producidas a partir del consumo de “comida basura”, seguramente millones de soles. Los índices de muchas enfermedades disminuirían dramáticamente se existiese una participación activa de los entes llamados a fiscalizar el expendio y manipulación de alimentos en nuestras ciudades.
Desde esa óptica que se dicten normas regulatorio privativo de la publicidad no tendrá mayor impacto más que en los ingresos de los anunciantes y todo ese monstruo que se mueve alrededor, estaciones de televisión, radio, periódicos, etc. La autorregulación de los agentes económicos, la promoción de políticas saludables de alimentación por parte del Estado, inspección permanente por parte de las direcciones de salud y de los gobiernos locales a los manipuladores de alimentos y la participación activa de los padres de familia para romper el esquema consumista y revalorar alimentos sanos y caseros para nuestros hijos seguramente serán más importantes para arrinconar tanto a la “comida chatarra” como a la “comida basura”.

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