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jueves, abril 25, 2024

OFELIA VELASQUEZ

REMEMBRANZAS

Por: Pedro Emilio Torrejón Sánchez

Desde mi infancia había escuchado a los mayores hablar de cuatro colegios: el Jiménez Pimentel (de varones); La Ofelia Velásquez (de mujeres); La Santa Rosa (técnico de mujeres); y el Agropecuario (técnico de varones).
Todos estaban ubicados en Tarapoto salvo el Agropecuario que estaba en la Banda de Shilcayo, que para mi generación de infancia, nos parecía que el establecimiento técnico estaba recontra lejos, casi al límite de la civilización.
Como yo había cursado mi primaria completa en la Escuela de Aplicación, lo más natural era de inscribirme como alumno en el Jiménez Pimentel. El Padre Javier Burga Martín (según Fernado Lavi Paredes, era su apellido completo), estaba como Director de la Escuela de Aplicación; era un español que tenía un vozarrón que hacía vibrar los vidrios de las ventanas de nuestra escuelita, y tenía una barba impresionante que nous inducía a pensar que él era Santa Claus…dicho sea de paso, cada vez que veo en la televisión o en otros medios la publicidad de Coca Cola con Santa Claus, me acuerdo sistemáticamente del padre Javier.
En el año 1975, hice mi primer año de secundaria en el J.P. Contento de llevar la insignia del Jiménez en mi pecho y teniendo como Director del plantel, al famoso Misho viejo : buen profesor pero con una personalidad bien afirmada. Me acuerdo que él nos decía : «Carajo…sin alabarles, ustedes son unas bestias ; pero, en comparación de otros colegios, ustedes son los mejores ».
LLega 1976, y yo empiezo mi segundo año de secundaria en el mismo colegio donde eran profesores Chocherita Ibañez (he aprendido bastante en Geografía con él), Quevedo (exelente profesor de Matemáticas) y otros más.
A pocos días de haber comenzado el año estudiantil, una noche, hace su aparición en mi casa Nicolás Salinas. Viejo camarada de ruta, ya que habíamos estudiado en la Escuela de Aplicación. Él también estaba en el Jiménez. Me dice que desea conversar conmigo de una situación grave y urgente ; yo pensé, en un primer momento, que venía a hablarme de problemas de sentimiento amoroso o una cosa así. Porque ya teníamos edad para abordar esos tipos de situaciones, y estábamos transformándonos en huarmiteros sin saber sheretear. No. No era el tema lo que me había imaginado. Él me dijo que quisiera inscribirse en el colegio Ofelia Velásquez. Mi primera reacción fue de decir :«Es un colegio de mujeres y para mujeres ». «Sí, yo lo sé», me respondió y añadió : «Otros ya se inscribieron». Me quedé un cierto tiempo en silencio, meditando. Nicolás rompió ese estado y me hizo aterrizar a la realidad, cuando me preguntó :«¿Tienes miedo que la gente piense y nos digan que somos unos…benguitos ?». Y automáticamente le dije : «Síiiiii…noooo…es decir…¡Caramba, es complicado esta vaina !».
Finalmente acogí favorablemente la idea de inscribirnos en la Ofelia Velásquez, pero a una condición: que otro amigo más venga con nosotros. A tres podríamos afrontar a cualquier vivo que quisiera pasarse de la raya. ¿Quién podría ser ? Y pensamos en Luis Saavedra Bartra, hermano de Rubén El Paiche. Esa misma noche nos fuímos corriendo a la casa de Lucho El Globito que se encontraba en la tercera cuadra del jirón Jiménez Pimentel. Cuando le presentamos nuestro proyecto, de un sólo tiro se rió (siempre le he conocido así y es su característica) y nos dijo que le dejáramos reflexionar un día…es decir, esa noche.
Nicolás tenía el permiso de sus padres para el traslado de colegio. Yo hablé con los míos después de visitar y hablar con Lucho. Mis padres siempre han trabajado en el medio educativo, no hubo ningún problema en ese sentido…y más aún, Ofelia Velásquez nació en la misma ciudad que mi papá, Rioja.
Al día siguiente, Lucho nos dió su respuesta positiva. Esa misma mañana nos fuímos al colegio Ofelia Velásquez para tratar de hablar con la Directora, la madre Guadalupe, española de nacimiento… pero más selvática que las aguarunas. Entramos al colegio y dijímos que queríamos ver a la madre Directora sobre el traslado de un colegio a otro. Para hacer corto: la madre Guadalupe nos acogió muy bien (con los brazos abiertos), conocía a nuestras familias y nos dió cita al día siguiente para el primer día de clase en un ex-colegio de mujeres. Claro, la Ofelia se transformó en un colegio mixto ese año.
Al día siguiente, estuvimos quince minutos antes que las clases comenzaran, parados en la vereda y al borde de la puerta de la dirección. Al frente se encontraba la Clínica San Martín. Era la hora en que los alumnos pimentelinos descendían del Partido Alto, de Suchiche para dirigirse al colegio J.P. Algúnos amigos o desconocidos al vernos se burlaban o silbaban. Nosotros (Nicolás, Lucho y yo) estábamos estoicamente serenos, juntos y sólidos como una sóla persona. En ese momento, entre los jirones Ramón Castilla y San Martín, vemos a Gustavo Reátegui (Barbita para los íntimos) y Tony Saavedra, primo hermano de Lucho. Y nos preguntan, gritando : «¿Qué hacen ?». Y nosotros: «¡Cállense ! Acérquense un poco ». (continuará)
Vinieron hacia nosotros y mientras les estábamos explicando el por qué de nuestra presencia en la Ofelia Velásquez, las puertas de la dirección se abren y la madre Guadalupe, con voz de mando nos dice : «¡A ver esos cinco, adentro !». Ni Gustavo ni Tony, ni nosotros tampoco, no tuvímos el tiempo de abrir la boca, cuando de repente ya estábamos sentados en la sala de la sección que la Directora había escogido para nosotros : era segundo A.
Era la primera hora de curso de ese día, lecciones de Inglés con la profesora Genoveva. Ella era oriunda de Shapaja como mi señora madre, no sé si ya estaba casada con Ricardo Mori Cavero en ese entonces. Nos hicieron sentar en la cabeza de cada fila. Había cinco filas, cada varón a la cabeza y ocho jovencitas « detrás » de cada uno.
Durante el recreo pudímos constatar que habían otros muchachos como nosotros : los hermanos Díaz Célis (Jorge y Nico), Rubén El Shicapa, César Mestanza El Sheshín, Tito Trigozo Trigozo Titín, Miguel Guerrero Marina, etcétera. Nuestras nuevas amigas se peleaban para que podamos comer con ellas los fiambres que traían al colegio. Comí enormente durante mi estadía en la Ofelia Velásquez, y sobretodo gratis. La música y las palabras de la canción « Es mi vida » de Salvatore Adamo las asocio íntimimante con lo vivido ese año.
Fue una experiencia muy linda y tierna que me tocó ver, sentir, escuchar, oir en ese establecimiento escolar. Conocí al profesor Hernán (enseñaba Matemáticas) con quien pude hablar de política de una manera tranquila ; el profesor Jorge, trujillano (enseñaba música en 1976) ; Manuel el Quichatero, costeño y muy deportista, le encantaba jugar fulbito, pero era un rabioso de primera.
Me acuerdo de varias camaradas de clase de la Ofelia Velásquez, pero en particular vienen a mi mente cinco compañeras que hacían parte de mi grupo de estudio. Eran unas chanconazas de primera que me obligaban a trabajar duro y parejo, para poder estar al nivel de ellas. Y no me arrepiento de haber hecho una parte de mi camino con estas niñas. Eran muy aplicadas y no eran timbirinas. Ellas fueron y son : Angelita Salinas, María Esther Yauce, Marina Chong, Anita Reátegui y Ana María Gómez, más conocida como La Gata, hija del señor Tesheira. Donde ellas se encuentren el día de hoy, siempre guardaré un buen recuerdo de la amistad y el empeño de querer hacer bien las cosas, y sobretodo el hecho de haberme soportado.

Solamente me quedé un año, por que en diciembre de 1976 viajé a Lima para preparar mi concurso al Colegio Militar Leoncio Prado de Lima, que en ese entonces era ESEP. Nunca más volví a estudiar en la tierra que me vió nacer : la ciudad de Las Palmeras.

Lucho Saavedra y Nico Salinas viven en Los Estados Unidos. Gustavo Reátegui Barbita y Tony Saavedra viven en Tarapoto.Y yo en el viejo continente, en Francia. En pocas palabras, donde nos han aceptado.

Mayo 2013.
Pedro Emilio Torrejón Sánchez.
Desde Furchhausen, Francia

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