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sábado, mayo 4, 2024

Hablar fuerte y claro

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“Contra el pacto infame de hablar a media voz”, como decía el gran maestro Manuel Gonzáles Prada. En estos últimos días el Perú se ha vuelto contra ese pacto infame de la hipocresía y el acomodo de los poderes fácticos que han destruido la identidad nacional y han rebajado el nivel de cultura cívica de un gran porcentaje peruanos a ínfimos niveles. Nadie hubiera pensado el año 2000, cuando el dictador Alberto Fujimori huyó del país ante las evidencias abrumadoras de la corrupción de su gobierno, que 16 años más tarde los peruanos conscientes y pensantes estuvieran luchando con su grito fuerte y claro en las calles para evitar que la historia se repita.

No es fácil hablar fuerte y claro; a miles en todo el mundo, en los últimos 200 años, esto les ha costado la vida, desde los patriotas norteamericanos que se alzaron contra el despotismo de la corona inglesa, hasta el asesinato de Robert Kennedy, que por su discurso decente y sin hipocresías, fue asesinado de dos balazos en Los Ángeles en 1968. Y menciono a estos ejemplos del país del norte porque la lucha por la libertad no es exclusividad de nuestros países subdesarrollados y explotados. El grito por la libertad viene de todos los rincones de la tierra en donde existan seres humanos que se encuentran oprimidos por regímenes de las más distintas ideologías.

Decía el Dalai Lama, cuyo país fue invadido por la prepotencia china en 1949: “Ninguna tiranía puede durar para siempre; al final el pueblo se levanta y acaba con ella”. Muy cierto, se puede engañar a todos algún tiempo o a algunos todo el tiempo, pero lo que no se puede es engañar a todos todo el tiempo. Y esto es lo que ha ocurrido con la hija del dictador: Engañó primero a algunos por algún tiempo, luego muchos quedaron bajo su hechizo hipnótico en un país en que la conciencia de la gente se encuentra dormida. Pero cuando ya se trataba de engañar a todos, entonces el pueblo despertó e hizo escuchar su voz clara y fuerte.

Al grito de “Keiko No va”, y “No al Narcoestado”, cientos de miles de peruanos salieron a las calles en todo el país para hacer conocer al mundo lo que se estaba gestando en nuestro país, la monstruosidad más aberrante que se pueda imaginar, que un conglomerado de gente sin conciencia eligiera a una cachorra de autócrata con el maquillaje de demócrata para que nos gobierne. Esto es demasiado para cualquier peruano que tenga un mínimo de sentido común, sea de la ideología que fuere. Es por ello que el grito ha partido de todos los sectores sociales y generacionales; es por eso que no se ha pensado mezquinamente -como algunos que la historia juzgará en su momento- en diferencias políticas e ideológicas. Se ha pensado en el país.

Y del pensamiento se ha pasado a la acción. Y la acción ha sido primero decir fuerte y claro que la dictadura no retornará. El mismo Kuczynski, un hombre caracterizado por su ecuanimidad y ponderación, ha hecho carne en su ser de este sentimiento nacional de defensa de la Democracia. Ha dejado de lado sus modales de costumbre y le ha dicho en su propia cara a la representante de la corrupción: “¡Tú no has cambiado, pelona!”. Y no se refería sólo a ella. Se refería a la mafia narcofascista que la rodea y que ha utilizado los recursos mal habidos de este negocio infame para, de manera rampante, proseguir con el engaño secular a los sectores menos informados de nuestra población, aquellos que se dejan comprar por un plato de lentejas porque su educación cívica no da para más.

Pero ellos no son todo el Perú. La voz fuerte y clara que se ha alzado en los últimos días desde sectores sociales que no comparten la concepción macro económica de PPK, a pesar de la voluntad de una mejor distribución de los recursos e inclusión social, implícita en su plan de gobierno, el candidato que fuera el becario más brillante de Oxford a los 16 años, no es el lobbysta que se ha querido hacer creer , sino un hombre de extracción media que con su esfuerzo ha logrado tener una posición económica como la que todos deberían tener, sin orígenes oscuros ni pactos con los cárteles de la droga. Kuczynski es un demócrata liberal, y eso por fin lo han reconocido sus adversarios de la izquierda, que ya se han dado cuenta que el peligro de la bestia narcofascista es una realidad.

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