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lunes, mayo 6, 2024

No a la violencia

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“La violencia genera más violencia” decía con inteligencia el Santo Juan Pablo II. La cosecha está vinculada a la siembra. Si se siembra papa, se cosecha papa. Si se siembra maíz, se cosecha maíz. Si se siembra violencia, se cosecha violencia. El padre de familia violento de hoy, fue ayer el hijo castigado con violencia. La cadena de violencia va de generación en generación, de familia en familia, de persona en persona.

La respuesta negativa del pueblo colombiano en un referéndum sobre un ensombrecido acuerdo de “paz”, entre el gobierno y un grupo violento de colombianos (FARC), invita gentilmente a reflexión. Una lectura podría ser: “Cómo podrían participar en la vida democrática y pacífica del pueblo, dirigentes de un grupo que solo ha generado violencia (Asesinado a miles de colombianos inocentes, secuestrado cientos de personas, que solo se ha dedicado a crear zozobra, que ha destrozado parte de la infraestructura del pueblo, que solo ha vivido con armas matando a gente inocente) Claro que ese grupo sedicioso y criminal tiene derecho a ser perdonado; pero, tiene a obligación también de pedir perdón a todas las víctimas”. Es decir, al pueblo le molesta, que un grupo que solo ha hecho actos negativos contra el pueblo, ahora, alegremente, vestido con indumentarias blancas, como si nada hubiese hecho, sea permitido participar en la vida política del propio pueblo y aspirar ser su autoridad. Quizá el pueblo ha reaccionado con el NO, porque ese grupo tiene a la violencia, el asesinato, el secuestro, las armas que matan personas inocentes, como únicos antecedentes que mostrarle. El pueblo lleva en el subconsciente del actuar de éste grupo, la vívida imagen de violencia. Se preguntará ¿Cómo puede gobernarnos un grupo de asesinos? Es más, el recorrido de éste proceso de supuesta paz se ha realizado en tierra movediza. Si el Presidente Santos, proveniente de una cantera democrática, tenía la buena intención de arribar sonriente a la paz de su pueblo, lo más cauto hubiese sido realizar el proceso de paz, en un territorio donde reina la paz en democracia plena. Existen pocos países con esas características, pero hay. Pues, otros países viven en falsas democracias, porque sus gobernantes ingresaron en auténticas democracias y temen salir del gobierno, incumpliendo sus mandatos constitucionales originarios.

Mucho menos, una gestión de paz no se debería haber realizado donde hay ausencia de paz y democracia, con gobernante que no fue elegido por el pueblo; al contrario, un gobernante que accedió al poder asesinando a miles de personas, de un pueblo de donde salen sus pobladores huyendo en balsas.

El mundo de hoy, que dice ser civilizado, debe cerrar filas con un NO A LA VIOLENCIA. Los gobernantes de los países deben tener la capacidad de procurar alcanzar esta gran meta universal. ¿Será posible? ¿Un gobernante asesino, violento, que llegó al poder asesinando a sus compatriotas, estará dispuesto a firmar este acuerdo? ¿Un gobernante usurpador, que logra el gobierno de cinco años mediante el voto democrático; y luego, con argucias, se sigue quedando en el poder, querrá firmar el acuerdo de NO A LA VIOLENCIA? Entonces, el cuello de botella de éste problema está en la homogenización de la democratización de los países del planeta. Las organizaciones de gobernantes deben trabajar bastante para lograr este primer objetivo de democratización universal de las naciones. La segunda etapa sería, alcanzar el acuerdo de NO A LA VIOLENCIA.

La violencia natural ya es bastante: Los huracanes, los terremotos, las inundaciones. Los gobernantes del mundo deben cerrar filar para ayudar a todos los damnificados del planeta. Debe existir una especie de solidaridad universal en las circunstancias de desastres naturales.

No podemos estar perdiendo el tiempo y malgastando recursos en violencias domésticas entre seres humanos. Si se dice que somos personas civilizadas, que éste calificativo se sustente en el respeto mutuo entre las personas, en la solidaridad plena en todos los aspectos integrales del ser humano.

Se debe fomentar la ejecución de grandes proyectos sociales, donde en lo posible las personas de todo el planeta, estén ocupadas en actividades que les gusta hacer, generando riquezas económicas, culturales, intelectuales, espirituales. Los gobernantes unidos del mundo, estarán preocupados que la totalidad de sus ciudadanos esté ocupada. De esa manera todo ser humano desarrollaría sus aptitudes naturales y generaría sus recursos para vivir bien.

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