Los padres fundadores de la Independencia norteamericana, en 1776, deben estar revolviéndose en sus tumbas por algo que ninguno de ellos llegó a imaginar: que el país que fundaron, después de 240 años de democracia ejemplar (interna) caería en manos de un grupo de aventureros nazis como Donald Trump y Steven Bannon, un supremacista blanco que desprecia a todas las razas que nos descienden del tronco caucásico.
Los primeros días del gobierno de Trump han estado signados por las medidas más impopulares que se pueda imaginar, desde el retirar el seguro de salud (Obamacare) a 20 millones de norteamericanos, hasta la prohibición anticonstitucional de la entrada de musulmanes a los EEUU. Sin embargo, el nazi que ocupa la Casa Blanca se ha cuidado de no prohibir la entrada a los musulmanes saudíes, que son los que manejan el 70% del petróleo mundial, y a pesar que es desde este país de donde salen los yihaidistas y terroristas como los que perpetraron los ataques del 11 de setiembre del 2001.
Trump ha empezado su gobierno con el ímpetu de un Adolfo Hitler desbocado y toma todas sus medidas irracionales y desmesuradas bajo la atenta y fanática mirada de su vicepresidente Mike Pence, una especie de Rudolf Hess del siglo XXI.
Sus anuncios del muro con México han venido acompañados de medidas de increíble audacia y falta de respeto a las tradiciones americanas. Han sido un vendaval de medidas que viene ejecutando Trump y cada una es más increíble que la anterior. Lo último que ha dicho ayer es que si México no para el narcotráfico a los EEUU, ellos ¡¡Invadirán México!! Esto sólo puede decirlo alguien que ha perdido totalmente la razón o es un fanático del nazismo y de la fuerza bruta.
Sus amenazas contra las minorías han desatado protestas a todo lo largo y ancho de los EEUU, pues ha llegado al extremo antidemocrático de destituir a la Ministra de Justicia (General Attorney) por haber considerado inconstitucional la orden ejecutiva de Trump contra los inmigrantes.
Está claro que Trump no actúa solo sino que está secundado por el ala más ultra conservadora del partido republicano y ahora quiere nombrar a un juez ultra conservador para completar la Suprema Corte de los EEUU y ha amenazado a la minoría demócrata en el Senado que si no le dan el pase, de todas manera lo designará, rompiendo con una tradición centenaria que tiene fuerza constitucional en USA.
A Trump sólo le importa hacer demostraciones brutas de su poder y fuerza y más hace recordar por su matonería a Mussolini, pero es mucho más peligroso que éste, e incluso puede ser más peligroso que el mismo Hitler. Los sectores democráticos americanos ilustrados y educados en una tradición de respeto a la Constitución están desconcertados y no saben cómo enfrentarse a este sujeto que es la amenaza más grave que afrontan los EEUU en este siglo.
Trump es mucho más peligroso que el terrorismo islámico y cualquiera otra amenaza que enfrenten los EEUU. Trump significa la ruptura con una tradición ininterrumpida de presidentes liberales y conservadores, en una continua tensión de posiciones y políticas, pero al mismo tiempo manteniendo el principio que el Imperio Americano se diferencia moralmente de otros imperios modernos por su defensa de la democracia.
¿Qué pasará con el futuro de EEUU cuando ninguna de las acciones que ejecute en el mundo tengan la autoridad moral de la defensa de la Democracia? Pues que simplemente los EEUU no tendrán justificación alguna para que sus actos se diferencien de los de potencias totalitarias como Rusia o China.
La Unión Europea y la OTAN están muy preocupadas por las consecuencias de las acciones del megalómano y paranoide magnate que ocupa la Casa Blanca. Es de esperar que la Resistencia que se está organizando en USA contra los designios del emergente Dictador tengan algún efecto, pero mientras cuente con la obsecuencia de la mayoría republicana en el Congreso, esto parece imposible.