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viernes, marzo 29, 2024

Es hora de las reformas políticas

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Alguna vez llegará el momento para realizar las reformas políticas, y la actual coyuntura política es el más adecuado y oportuno. Sin embargo, estas reformas políticas no serán tales con las leyes y normas que se promulguen, porque las actitudes no se cambian con reglamentos sino que debe ser parte de una decisión sincera para transitar de esa internalizada cultura de lo que se conoce como la obsecuencia política, como lo he expresado en el artículo anterior, hacia el verdadero cambio.

Sobre lo que viene ocurriendo con los líderes políticos, especialmente con quienes han ocupado la presidencia de la república en estos últimos treinta años es la expresión de una “tradición política” de lo que podríamos llamar la “cultura” peruana desde que logramos la independencia política en el siglo XIX, y que no es más que el caudillismo del que no nos hemos liberado aún. Los partidos políticos han venido siendo dirigidos por personajes dentro de eso que se ha llamado mesianismo; o sea, no importa quién sea el “líder” del momento, pero si les ha hecho llegar al poder, mejor para el personaje que llega para adueñarse de un movimiento del que siempre dirán sus adeptos que es “el candidato natural del partido”.

Esto es precisamente lo que ocurre con la política peruana. Con excepción de Acción Popular, todos los partidos políticos y movimientos que se han formado en el país han sido dirigidos por sus fundadores quienes, a la postre, se han constituido en sus verdaderos dueños y que, acompañados con una cúpula servicial y obsecuente, han venido predominando en el escenario político peruano desde los últimos treinta años y con cúpulas que se constituyen en satrapías que cumplen las directivas del dueño del partido. Las satrapías locales juegan también su propio partido de acuerdo a sus intereses, y mucho más evidente con los congresistas cuando sus partidos ganan las elecciones. Estos sátrapas locales tienen, a su vez, su pequeña corte; pero lo tragicómico es cuando a su vez son manipulados por los oportunistas que llegan a formar parte de sus entornos. Y no hay excepción a esta regla.

¿Se podría decir que la democracia peruana es un proceso de aprendizaje permanente? Creo que así lo dicen los intelectuales y opinólogos, pero no deja de ser un consuelo de tontos, porque la manipulación de las agrupaciones políticas se da tanto en los partidos llamados de derecha, como en los de la llamada izquierda. Y dentro de todo este proceso se encuentran los oportunistas que cambian de partidos políticos como si se cambiaran de calzoncillos [si es que se cambian con la oportunidad necesaria].

Lo de Odebrecht es una experiencia que nos grafica una vez más la ´esencia´ de la política peruana. Pero partiendo de lo que podría decirse, que a la política no llegan los devotos de la Madre Teresa de Calcuta [creo que es la primera vez que vamos a decir esta expresión], debemos procurar que quienes hagan política como praxis lo entiendan como una entelequia, porque en ningún acto humano la honestidad es absoluta, como diría Bertolt Brecht, según una cita aparecida en un editorial del diario Expreso, de Lima. Ni Franklin Delano Roosevelt y Fernando Belaunde Terry lo fueron, pero como políticos fueron hombres superiores.

La política cambiará para mejor cuando los militantes dejen la obsecuencia y no se arriesguen a poner las manos al fuego, aun sabiendo que sus jefes son cacos y desalmados; cuando el escenario sea ocupado por los políticos profesionales y no por los profesionales de la política, en una distinción que hace Mariano Grondona. La política será hermosa cuando ésta sea escuela de decencia y dejen de existir los defensores a ultranza de sus propios y comprobados cacos. Solo así podremos hacer la reforma política que el país está pidiendo a gritos.

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