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lunes, abril 15, 2024

Seamos realistas, exijamos lo imposible

La frase pergeñada e inmortalizada durante la revuelta de mayo de 1968 en Francia, exigiendo entre otras cosas el fin del capitalismo, más libertad sexual y la muerte de la sociedad de consumo, está más vigente que nunca y debe ser tomada precisamente por la juventud san martinense para cerrar el capítulo de una tragicomedia en la que todos somos -sino protagonistas- al menos figurantes.

¿Pero podrá la juventud anestesiada por la resaca de anacondas y pachangas, estar a la altura de las circunstancias? ¿Será capaz el joven amazónico que pide orgullosísimo su juane para llevar (en envase de tecnopor) alzar la voz y parar el desmadre? ¿Habrá una luz de esperanza en esa grey de chicos que bebe jugos y cócteles con cañita, se toma selfies con pelejos deshidratados y asiste a concursos donde premian al derrier que convulsiona más rápido?

Creo que sí, que no todos han resbalado por ese tobogán de miasma importada, banalidad al garete y pasión por lo efímero. Sospecho que hay un reducido batallón de adolescentes y jóvenes san martinenses que se resisten a que su región sea vista como el patio trasero del Perú; es decir, como el lugar donde el turista viene en busca de tragos que rompen calzones, a cortejar raudamente a “charapas calientes” y a tomarse fotos con animales raptados en el Sauce. Y, claro, a comprar chocolate, café y cecina para llevar a mamá y edulcorar los días de farra en la jungla.

Y es que así nos ven afuera y nosotros mismos no hacemos nada por cambiar ese chip. Seguimos tomando y aplaudiendo a los grandes barmans (súper creativos ellos) que bautizan sus cócteles con nombres fálicos. No hacemos nada por impulsar una campaña desde la sociedad civil para que San Martín sea el primer departamento libre de plástico, cañitas y tecnopor, veneno blanco que va a parar a nuestros ríos y lagunas, matando especies y aumentando el calentamiento global.

Ya basta de marchas de plastelina y comentarios incendiarios en el facebook. Es hora que alguien tome la bandera de la dignidad y en lugar de aplaudir porque otra cadena hotelera anuncia que abrirá una sucursal en la región, construya una visión estratégica de lo que somos como san martinenses y lo que queremos para nuestra región.

Cerca de un millón de peruanos se mueven a distintos departamentos en fiestas de fin de año y de todos los visitantes que vienen a San Martín, el 80% son compatriotas. De hecho, solo en el primer semestre del 2016, 172 mil 379 personas usaron el aeropuerto para llegar a Tarapoto. Y tal parece que esas cifras tienen contentos a todos. A las aerolíneas como Peruvian que tienen lindas revistas donde airean la riqueza de la biodiversidad amazónica, pero reparten vasos de tecnopor a sus pasajeros y a la Cámara de Comercio de San Martín, gremio que en lugar de apoyar causas justas y endémicas como el Encuentro Amazónico de Conservación Voluntaria y Comunal (que no tiene muchos reflectores encima) decide premiar al policía del año.

¿Más hoteles y turistas a la región? Pues sí, pero también necesitamos curarnos nosotros mismos, quebrar paradigmas culturales, mandar al olvido etiquetas sexuales, sacarnos esa imagen de que somos solo fiesteros y dormimos la siesta, para que nos conozcan en nuestra verdadera inmensidad, nuestra alma amazónica. Esa que lucha por su Cordillera Escalera a pesar de los millones que invierte una ong limeña para traerla abajo, esa que aplaude las historias de los guardianes de los bosques, esa que preserva la vida para compartirla con todos.

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