Gonzalo Gonzales, precandidato a la alcaldía de Tarapoto, se pronunció sobre el indulto a Alberto Fujimori: “Se veía venir. Desde las denuncias de negociaciones con congresistas de la K y demás aliados por parte del Keikismo (ahora hay que expresarnos así luego de lo presenciado), pasando por la votación por la no vacancia (donde participaron cerca de 10 legisladores de la K) y el llanto emocionado y esperanzado por parte de Kenji, todo apuntaba a una “crónica de un indulto anunciado”, que, dentro mis previsiones, se daría el mismo 24/12 (tal como ocurrió).
Lo que más me llamó la atención fue que, ni bien se difundió lo del indulto, una presurosa Keiko asistía a la clínica donde se encontraba su padre y me pregunté “con su padre enfermo ¿no debía estar allí acaso?” y la respuesta saltó de inmediato: solo apareció para la foto. Eso debido a que, de acuerdo a mi análisis, ella nunca quiso que su padre saliera de la cárcel (bien pudo sacarlo el primer día de la legislatura ordinaria de este período de gobierno, gracias a su inmensa y suficiente mayoría opositora; sin embargo, jamás lo hizo, “le quitaría el protagonismo” decían, lo que se confirmó cuando un congresista del oficialismo (Vieira) propuso una modificación con nombre propio (Alberto Fujimori) que permitiría que salga de la cárcel y cumpla el resto de su pena efectiva bajo la modalidad de arresto domiciliario, pero no, no lo quiso, no lo aceptó, su egoísmo pudo más.
No obstante todo esto, un silencioso y rebelde Kenji luchaba por la libertad de su padre. Sancionado por el partido de su hermana, vilipendiado por los seguidores de ella, seguía fiel al castigo. Lamentablemente, nada importa: si se quedaba o se iba Kuczynski, si indultaban o no a Fujimori. Mientras sigamos eligiendo igual, siempre elegiremos por la corrupción, porque finalmente no nos importan las propuestas, no nos importa lo que se debe hacer por el bien del país. Importa quien nos cae bien o el partido político que nos conviene para hacer “negocios”.
Recuerden nomás que cuando luchamos contra la corrupción de Alberto Fujimori en el año 2000, lo hicimos y pusimos a Toledo (hoy prófugo de la justicia), luego Alan García, posteriormente la pareja presidencial (hoy ambos adentro) y, ahora, al actual presidente, sobre quien pesan serias denuncias de gestión ilegal de intereses. Elijamos mejor para la próxima. “Dios nos coja confesados”, culminó