Voces Libres
Por Sergio M. Gallegos Mendoza
Uno de mis pasatiempos favoritos, después de la música y el fútbol, es la lectura. Provengo de una familia en la que leer es una actividad cotidiana y he sido un privilegiado en tener unos padres que supieron contagiarme su pasión por los libros. Y en casa nunca faltaron y podías echar mano a cada momento ya que los teníamos hasta en los sitios menos pensados. Yo no comencé como mi padre, que empezó a leer libros e historietas prácticamente apenas supo leer, a temprana edad. Mi proceso fue un tanto más tardío y, como muchos jóvenes, a regañadientes, ya que muchas cosas que leía no las entendía. Me aventuré a los grandes de la literatura, pero aún no pegaba en mí el bichito de la lectura. Así que comencé con lecturas cortas como las que tenía la revista Selecciones del Reader´s Digest. Ahí empezó mi cambio. Luego de casi devorarme todas estas revistas que había en casa, salté a los libros.
Ese es mi caso particular, pero trasladar esa pasión por los libros a las generaciones actuales es una tarea ardua y algunos dirían hasta imposible. Según información del Ministerio de Cultura, el peruano lee menos de dos libros por año y en promedio destina S/ 170 soles anuales para la adquisición de estos. Estamos lastimosamente en la cola de Sudamérica en ese aspecto. Podría decir que las redes sociales y la tecnología están jugando un papel negativo para que los jóvenes no lean, ya que tienen a la mano los videos de tiktok o herramientas como ChatGPT, que les resume textos en segundos; pero el problema de la lectura en el país viene desde nuestras generaciones pasadas. Si bien no existen datos sobre cómo han evolucionado los
hábitos de lectura en el país (el último estudio es del 2022) es fácil deducir que siempre se ha leído poco. Y es difícil transmitir a los hijos lo que nunca cultivaste, lo que nunca formaste ni prendió en ti.
Entre las muchas soluciones que se pueden plantear creo que la principal es la de mejorar el acceso a los libros. En un país como el nuestro, con más de 70% de informalidad y donde las personas no saben si comerán al día siguiente, tener un libro es un lujo y un bien casi inaccesible para millones de familias. El Ministerio de Cultura, por medio de la Biblioteca Nacional del Perú, debe impulsar, y repotenciar –las pocas que hay–, las bibliotecas públicas a nivel nacional. Una por distrito, pequeñas pero actualizadas de acuerdo al tamaño de su población local. Las Municipalidades pueden poner su granito de arena promoviendo los concursos de relatos en adolescentes y niños, como hacen Chile y Colombia, con mayor asiduidad. No se necesita más recursos para eso, solo las ganas de trascender y tener visión de futuro.
Estimular los hábitos de lectura es positivo para las democracias, ya que desarrolla el pensamiento crítico y permite que no caigas mansamente a lo que te pueda decir y mentir el político de turno. (Comunicando Bosque y Cultura)



