Las impactantes noticias sobre el fortísimo huracán OTIS, que viene dejando 27 muertos en México (ya está en USA), la desoladora visión de la espantosa sequía en el AMAZONAS, con su lecho desértico, dejando en gran crisis a miles de familias, las terribles imágenes de las montañas de ropa desechada en el desierto de Chile y África, la destrucción de las selvas con monocultivos y minería ilegal, los múltiples incendios forestales, y demás vistas tan amargas de lo que la inconciencia y el materialismo humano causan, convirtiendo a nuestra tierra en paisajes infernales, nos llevan, una vez más a meditar y reflexionar epistemológicamente, es decir, analizando todos los factores, para actuar lo antes posible de la manera más sabia, enfocando este sistema en su conjunto.
Primero, el factor “conciencia espiritualista”, es decir, la necesidad de ingresar a ese “nuevo mundo” donde el materialismo (los patrones culturales y mentales que rigen a la civilización como la primacía del lucro, la codicia, priorizar el “tener” sobre el “ser”) ya no tenga supremacía sobre el ESPIRITUALISMO (con sus valores como la trascendencia, altruismo, cooperación, sabiduría). Este materialismo causa enorme malestar en el alma colectiva de la humanidad y contagia al alma de la tierra que, a su vez, reacciona con diversas “fiebres” (catástrofes). Así, acudimos a las sabias enseñanzas del Maestre Dr. Serge Raynaud de la Ferrière (ver: @magnafraternitasuniversalis) quien expone:
“La decadencia de la civilización materialista demuestra, sin asomo de duda, el monstruoso error en que incurren aquellos para quienes la religión y el espíritu religioso, era en general “el opio de los pueblos”; aquellos para quienes la vida no tiene sino un solo fin: “enriquecerse”, elevar su situación social y material; aquellos para quienes el amor al prójimo, la fraternidad, la propia perfección, el desprendimiento interior son letra muerta, u objeto de risa o, aún más, de malentendidos, discordias, y a veces de golpes. Todos estos seres están allí confundidos y atemorizados, y ante las catástrofes que se suceden sin interrupción, ante la tensión que roe y exaspera las relaciones de los humanos, se preguntan si verdaderamente no se les escapa algún valor. Se ven forzados a reflexionar sobre este pensamiento de Pascal: “¿Se puede siempre dudar del valor eterno del hombre y de un más allá dirigido por Dios? Si no hay nada y es error, nada se pierde, mas si hay una Eternidad, se la gana; y el juego vale la apuesta”. Y la vuelta sobre sí mismos de todos los seres que van por la vía de buscar a Dios, así como la concentración de fervor, anuncian una nueva edad. Cada 2.000 años, más o menos, el Sol recorre un arco de 30 grados sobre la pista zodiacal y de hecho penetra en un signo nuevo, cuya figura simbólica rige la forma religiosa y filosófica y toda la orientación de la cultura en general (…) hace nacer allí un nuevo espíritu, una manera de ser y de ver distinta, que DEJA PREVER A LOS ESPÍRITUS AVISADOS LO QUE SERÁ LA DIRECCIÓN GENERAL DE LA VIDA, CON LA COMPRENSIÓN QUE LOS HOMBRES TENDRÁN, LA MANERA COMO LA VIVIRÁN, CON QUÉ FIN Y CON QUÉ MEDIOS.”
“En cuanto concierne a la especie humana las enfermedades se declaran como la acumulación de un término y como las sanciones a las desobediencias colectivas a las leyes naturales de verdad, de bondad, de unidad, de abnegación, de trabajo, de sobriedad, de auto-disciplina, que son las condiciones fundamentales del progreso, de la salud y de la felicidad de las razas humanas. Cuando estos principios fundamentales han sido violados durante largo tiempo, se declara primero una enfermedad general colectiva (época de crisis debida al desequilibrio de las conciencias).”
“Este estado de degeneración física y mental es lo que disminuye la vitalidad y la moralidad y abate las fuerzas de resistencia de una nación. Entonces, los pueblos llegan a un estado de aptitud para contraer las enfermedades catalogadas que se denominan guerras civiles, revoluciones, grandes epidemias, terremotos, etc… Estos flagelos obligan a suspender los hábitos malsanos, a encontrar nociones más justas, a aplicarse más estrictamente a los deberes esenciales (espíritu de verdad, de unidad, de disciplina, de caridad, y de altruismo).”
“En suma, cuanto más el individuo y sus agrupaciones se aparten de la ley natural en la elección y el perfeccionamiento de sus condiciones de vida y de evolución, tanto más las sanciones dolorosas, individuales y colectivas, crecerán porque el progreso es una fatalidad y todo aquello que no queremos aprender de buen grado, nos es impuesto a la fuerza por el orden bienhechor de las cosas. Es decir, que los remedios parciales o teóricos (desarme universal, vacunaciones múltiples, etc.…) jamás llegarán a refrenar definitivamente el retorno de los flagelos, porque la represión del mal hecha a base de medios artificiales, en un punto dado, no conduciría sino a hacerlo aparecer en otras partes y a transformarse en desgracia mayor, lo que no sucedería si se lo hubiera reprimido en su fuente.”
“LA OBLIGACIÓN DE DESCUBRIR, DE PROCLAMAR Y DE PRACTICAR LAS LEYES NATURALES QUE REGULAN LA CONDUCTA INTELECTUAL Y MORAL DE LOS HOMBRES QUEDARÁ, EN DEFINITIVA, COMO EL ÚNICO REMEDIO GENERAL PARA ALEJAR TODAS LAS MISERIAS HUMANAS Y, POR CONSIGUIENTE: EL ÚNICO OBJETO O FIN QUE SE DEBE OFRECER, COMO SOLUCIÓN, A LOS PROBLEMAS DE CADA UNO.”