¿Cuánto avanzamos en la lucha contra la pobreza en Loreto?
“Sin campo no hay ciudad, y sin campo no existe desarrollo productivo a escala humana”
Este grupo de personas vulnerables no pueden financiar mínimamente una canasta básica de consumo, y no necesariamente se encuentran en la zona rural como racionalmente lo percibimos; hoy, la pobreza se encuentra en las zonas periurbanas de las ciudades, donde se han relocalizado por la fuerte movilidad social de los últimos años.
Para el economista Roger Grandez Ríos, director del Instituto de Desarrollo Socioeconómico de Loreto, una muestra de este estallido social, son las madrugadoras invasiones de terrenos realizadas de manera violenta, sobre todo en terrenos privados donde existe alguna actividad económica.
“Otro dato por añadir, es la vulnerabilidad a la pobreza, cuyo dato al 2023 es de 46.1 por ciento, interpretada como aquella magnitud donde un determinado grupo social se encuentra en el límite de saltar a la pobreza, empujado en las circunstancias de pérdida de empleo, por algunas anomalías en el estado de salud de manera persistente, aumento de los precios en el mercado de bienes y servicios, o por la contundencia de los efectos climáticos tan adversos como impredecibles”, sostiene
Roger Grandez, señala que, en estas condiciones, la pobreza es y seguirá siendo persistente, muy a pesar que las inversiones públicas y el aumento del stock de capital físico siga creciendo con insistencia al inaugurarse mayor cantidad de obras públicas (shock de inversiones) que no contribuyeron en la generación de empleo e ingresos, y peor aún, no diversificó la estructura productiva de Loreto, elemento básico que explica la pobreza y la desigualdad.
El departamento de Loreto ocupa el segundo lugar en el ranking de pobreza a nivel nacional, y el primer lugar en pobreza multidimensional con 60.6 por ciento, bastante alejado de su más cercano competidor, Huánuco con 48.5 por ciento. El índice de pobreza multidimensional (IPM) es una escala de mayor precisión que mide las carencias de las personas en sus vidas, entre ellas tenemos salud, educación, vivienda. En los últimos 10 años (2016-25) la clase vulnerable (D y E) del nivel socioeconómico de Loreto, no solamente penetró en la raíz de la estructura social, sino que se volvió estructural, manteniéndose en 82 por ciento de la población total, con el agravante de una clase media en declinación. La trayectoria de este mal endémico, como es la pobreza, viene surcando terrenos fértiles hacia el 2030, con resultados nada alentadores en los próximos años, a pesar de la enorme inversión pública, sobre todo del Gore Loreto, y de los gobiernos locales cuyas cuentas financieras crecieron audazmente con la nueva distribución del canon petrolero y del mal llamado fideicomiso indígena con recursos generados del Plan de Cierre de Brechas. Pero la intervención en inversión en infraestructura pública, sinónimo de generación del multiplicador del empleo e ingresos, no solamente está generando mayor desigualdad, sino que también, los gastos en el programa de seguridad alimentaria, con sus programas presupuestales, tampoco están rindiendo los efectos ampliamente esperados.
¿Cómo un territorio ampliamente rico en su biodiversidad y en su patrimonio natural, puede estar en condiciones de pobreza y caminando al 2030 en condiciones de calamidad?
Para cambiar de rumbo y presionar el acelerador, para encaminarnos hacia el 2030, para alcanzar, al menos, una pisca de prosperidad, es cambiar las prioridades en nuestras políticas públicas en tres dimensiones: a) invertir en las personas, en gasto social, para potenciar ese material humano cuyo talento se encuentra oculto y tiene la fuerza suficiente para cambiar las estructuras productivas de nuestro territorio; b) replantear los objetivos institucionales (nueva institucionalidad) para expulsar la corrupción y a sus organizaciones criminales; una institucionalidad que mire el rostro del ciudadano para generar valor publico real, teniendo como valores, la transparencia, la democracia representativa y las libertades; y, c) invertir en la naturaleza, para recuperar los sitios degradados, devolver su paisaje natural y aprovechar racionalmente su riqueza natural para hacer de sus poblaciones cercanas las personas con mayor acceso a la riqueza monetaria, pues la renta estratégica del futuro son los bosques y sus agua. Sin campo no hay ciudad, y sin campo no existe desarrollo productivo a escala humana.