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lunes, junio 23, 2025
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San Juan en Moyobamba no se explica… ¡Se siente, se baila, se vive!

El Juane es el abrazo que se sirve en hoja de bijao

Por: Beto Cabrera Marina / Fotos: archivo – redes.

Aquí, en la ciudad más antigua de la Amazonía peruana, junio no transcurre: junio vibra. No se camina, se danza. Las calles se transforman en escenarios de alegría popular, en memoria viva. Es el tiempo en que los barrios laten al unísono, cuando los pasos del chimaychi y del citaracuy dibujan en el asfalto una coreografía ancestral que no se ha olvidado porque nunca ha dejado de vivirse.

Desde los primeros repiques del tambor, el eco del bombo y el alegre sonar de la trompeta.  Moyobamba se entrega a su fiesta más íntima y poderosa: la Fiesta de San Juan, ese espejo del alma colectiva amazónica. La música guía los pies, el alma y el corazón. Es la pandilla – esa danza enérgica y colorida – la que convierte cada calle en un río desbordado de tradición.

San Juan no es solo una fecha en el calendario, es un legado que arde bajo la piel. Su origen se remonta a la Colonia, cuando los misioneros religiosos proclamaron a San Juan Bautista como patrono de los pueblos amazónicos. Desde entonces, ha evolucionado como símbolo de purificación, de renovación espiritual y de gratitud hacia la naturaleza. En Moyobamba, San Juan ha adquirido una identidad propia, profundamente mestiza, que combina lo sagrado con lo festivo, lo íntimo con lo comunitario.

El baño ritual en el río – símbolo de limpieza espiritual – sobrevive como práctica cargada de misticismo. Y el juane, ese tesoro envuelto en hojas de bijao, se convierte en símbolo de unidad familiar, de afecto, de memoria culinaria. No hay conversación en estas fechas donde no aparezca la frase con orgullo: “Mi mamá hace el mejor juane”, “el secreto está en el condimento de mi abuela”Porque el juane no solo se cocina, se hereda. Su aroma a leña, a tradición y cariño, une generaciones y alimenta los sentidos.

Las lluvias, fieles visitantes de cada año, no espantan la fiesta. Por el contrario, son parte del pacto con la naturaleza. La gente dice que “en San Juan, el tiempo se detiene”, y quizá es cierto: porque aquí, entre la nostalgia de los abuelos y la energía de los jóvenes, todo se conecta con el ritmo del universo amazónico.

Y en este universo, la pandilla es el corazón. Las “pandillas motivacionales”, que preceden a la gran maratón pandillera del 24 de junio, brotan como manantial de alegría colectiva. Desde la punta de Fachín hasta la punta de Doñe, desde Tahuishco a San Juan, de Huastilla a Belén, cientos de danzantes – niños, jóvenes, adultos, familias enteras – se unen en una coreografía comunal que transforma la ciudad en una fiesta viviente.

No faltan los gritos que encienden el alma: “¡Fierro, fierro!” “¡Dale vieja, dale vieja!”. Son gritos de batalla cultural, de celebración, de identidad. Y en medio del frenesí aparece, como cada año, el ritmo inconfundible de Doña Guillermina: símbolo sonoro del San Juan moyobambino, herencia musical que se escucha más allá de los oídos, que se siente en la piel.

La Unsha, palmera ceremonial que reúne a vecinos y visitantes en los centros de comunión, se convierte en símbolo de fraternidad. En torno a ella se tejen los lazos, se baila, se ríe, se comparte. Es la sombra donde se celebra la vida, la herencia, la pertenencia.

Porque sí: junio huele a juane y suena a pandillaY es que Moyobamba, en esta época, es más que ciudad: es un torrente de cultura viva que se rehúsa a ser olvidadaUna fiesta que no solo resiste al paso del tiempo, sino que se nutre de él. Cada año es distinto, pero cada año es el mismo espíritu.

Quien ha vivido un San Juan en Moyobamba sabe que no hay nada igual. Y quien no lo ha hecho, debe saber que esta no es una fiesta que se observa: es una fiesta que se vive con todos los sentidos. Porque aquí, más que celebrar a un santo, se celebra el alma de un pueblo. La danza como resistencia, el juane como memoria, la pandilla como abrazo.

San Juan no se explica:

Se baila, se canta, se saborea, se hereda.

San Juan es el alma que danza en cada corazón amazónico
San Juan es el alma del pueblo en las calles,
es el corazón que late con frenesí,
es la danza que honra nuestras raíces,
es amor a la tierra que nunca perdí.

La pandilla no es solo un baile: es identidad,
el juane no es solo comida: es memoria y verdad.
Doña Guillermina suena… ¡y el alma se agita!
Aquí se pandillea desde la cuna hasta que la vida lo permita.

San Juan es la tradición que no se repite,
Tradición que ¡se renueva cada año como flor que resplandece!
Es herencia viva, es legado en movimiento,
que entre abuelos y nietos se estremece.

El alma de la selva tiene ritmo y se llama San Juan,
sabe a juane con mil formas, pero a hogar siempre sabrá.
Aquí la danza no se aprende: se hereda,
y en cada paso, la historia se queda.

Desde hace siglos danzamos bajo el mismo sol,
bajo la luna, la lluvia, el tambor, el bombo y la trompeta.
Nuestros cuerpos no son solo fiesta:
son los espíritus de quienes ya no están.

Porque en cada pandilla se baila la historia familiar,
se entrelazan los sabores, los abrazos y el amar.
Entre unshas se tejen los sueños y los amores,
entre tambores florecen nuestros valores.

¡Moyobamba te espera con el corazón abierto!
Entre danza, aroma a bijao, a monte y a río cubierto.
Ven, que aquí el arte es naturaleza en movimiento,
y la cultura, un canto eterno en el viento.

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