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lunes, junio 23, 2025
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Donde habita mi memoria: Wilson Pérez y la dignidad de narrar el origen

© Amado Muñoz Cuchca, asesor pedagógico de editorial ARSAM

En tiempos donde la prisa amenaza con borrar los rastros del pasado e incluso vestigios culturales, el investigador amazónico Wilson Pérez Iglesias apostó por lo contrario: detenerse, mirar atrás y volver a habitar los espacios donde todo empezó. Su antología narrativa Donde habita mi memoria (2025) no es solo un viaje a la infancia o al terruño que se añora con nostalgia juvenil, sino una reivindicación profunda de la memoria, el arraigo y la identidad regional. Escrita con una voz honesta y evocadora, esta obra representa un aporte significativo a la narrativa amazónica contemporánea.

El libro bosqueja un mapa emocional que parte de Huicungo, en la región San Martín, y se extiende hacia los recuerdos escolares, las fiestas patronales, los temores de la guerra, la migración familiar, y las figuras entrañables que marcaron al narrador. Pérez Iglesias —educador, periodista y cronista de su pueblo— no ficcionaliza lo vivido: lo enaltece sin artificios.

Este cuentario está organizada en capítulos breves pero intensos, como postales cargadas de sentido. Cada episodio recrea escenas de vida cotidiana con una precisión afectiva que conmueve sin caer en el sentimentalismo ingenuo. El autor no escribe desde la nostalgia paralizante, sino desde una melancolía fecunda que enseña: “Recordar también es un acto de justicia”, parece expresarnos en cada página.

Retrato juvenil del autor en uniforme, en una época donde ya asomaban la disciplina, el compromiso y el temple que marcarían su vida pública y literaria. Esta imagen forma parte de la memoria íntima de un tiempo fundacional.

Desde el aspecto literario, Donde habita mi memoria destaca por su estilo sobrio, directo, pero cargado de metáforas vivas. No busca deslumbrar con una pirotecnia verbal sin sentido, sino conmover con autenticidad de la manera más natural. Es un libro que dialoga con la tradición de la crónica de provincia, pero que también se inscribe en una línea de narrativa testimonial con valor pedagógico.

Todo docente que lea este libro encontrará en ella no solo un recurso literario, sino un punto de partida para hablar de historia local, vínculos familiares, crecimiento personal, lectura emocional y escritura con identidad. En palabras del autor: «Leer no es solo comprender palabras, sino devolverles la vida desde uno mismo».

Lo social se entreteje con maestría. Cada personaje —doña Juanita, el viejo Pedro, el maestro Lozano, el zapatero de esquina— es retratado con ternura, sin caricaturizar a nadie. Son personas reales que habitaron un espacio real, con quienes muchos lectores se sentirán identificados. Cada personaje que aparece en estas páginas, incluso los más humildes, es tratado con una dignidad literaria emocionante. Y eso convierte a este cuentario en una pequeña epopeya de lo cotidiano, de aquello que suele pasar desapercibido, pero que es lo esencial.

Plaza de Armas de Juanjuí en los años 80. La historia transcurre en plena transición entre el campo y la ciudad, con ecos de violencia política y migración que marcaron profundamente el tejido social del pueblo.

Por último, el valor regional de esta antología es inmenso. Wilson Pérez no solo escribe sobre San Martín, escribe desde San Martín y para San Martín. Con este libro, se suma a la corriente de autores que están contribuyendo a la construcción de una literatura amazónica con voz propia, no subordinada ni exótica, sino consciente de su papel en el entramado nacional. El autor no solo honra a su tierra: la defiende con el arma más poderosa que tiene un escritor: la memoria.

Donde habita mi memoria no necesita grandes campañas para ser leída. Basta con abrirlo para comprender que allí está, en carne viva, la historia de miles de peruanos que crecieron entre mitos, leyendas, naturaleza, vida y palabras que, cuando se recuerdan con ternura, se vuelven eternas.

No es casual que Donde habita mi memoria esté generando conversación entre lectores, educadores y escritores. Su publicación llega en un momento oportuno para repensar qué tipo de literatura estamos leyendo y promoviendo. Este libro nos recuerda que también se escribe desde lo pequeño, desde lo íntimo, desde lo que parecía insignificante, y que esa escritura puede ser profundamente transformadora.

«No sabíamos que estábamos siendo felices, solo sabíamos que el río, el patio, los mangos y el silencio tenían su propia manera de hablarnos» (Pérez Iglesias, 2025).

Con esta obra, Wilson Pérez no solo narra su infancia: narra la de muchos. Y al hacerlo, nos entrega una lección de memoria, identidad y pertenencia que, como todo lo verdadero, no pasa de moda.

Recreo en sepia. La memoria revive entre risas y uniformes: escena escolar en Juanjuí, años 60, retratada en la portada del libro Donde habita mi memoria de Wilson Pérez Iglesias, publicada por la editorial ARSAM.

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