Por Willian Gallegos Arévalo
A un año de la culminación de la gestión regional y locales no hay duda que terminarán sin hacer la diferencia; esto es, sin pena ni gloria. No es no hayan tenido oportunidades, pues las tuvieron todas. Y no es que no hayan contado con recursos; las tuvieron, y con suficiencia y demasía. El problema es que se manejan sin la visión del bienestar general ni el bien común. ¿Por qué entonces esa especie de anomia burocrática? Una primera conclusión sería el que no existe liderazgo, como lo expresara en un diagnóstico general el periodista Alberto “Beto” Cabrera y que se publicó en el diario VOCES. Es verdad; hay una carencia total de liderazgos positivos; y aquí comienza la tragedia.
Desde hace algunas décadas se ha venido perdiendo el sentido y el significado de lo que es la política, pues se la ha convertido en sinónimo de aventurerismo. Los llamados dirigentes se manejan sin importarles la opinión de la gente, ni lo que los medios periodísticos publican recogiendo el clamor del pueblo. Los llamados líderes gobiernan como si las entidades fueran compartimientos estancos, encerrados en una especie de feudos propios y donde se vuelven inaccesibles. Y también es cierto: muchos “gobiernan” con la amenaza del miedo, razón por la que nadie de los entornos se atreve a formular iniciativas si es a los “número uno” no les parece ventajosas. ¿Caprichos personales? ¿Egos? Muchos de nosotros pareciéramos predicar en el desierto.
La región San Martín es un territorio privilegiado. Quienes asumen funciones de gobierno o administrativas tienen la oportunidad de sus vidas de conservarla y no ser parte de su destrucción acelerada. En ninguno de los escenarios, ni urbano ni rural, se ve efectividad de las gestiones gubernativas. Existe un divorcio entre lo que es desempeñar la función pública y el significado de gestionar; pues nadie lo entiende ni comprende. Y este divorcio es lo que está llevando a una destrucción agresiva de nuestra región, tanto en la pérdida de las tierras agrícolas, la desaparición de los caudales ecológicos, la destrucción del paisaje, la pérdida de los espacios públicos, el olvido y ninguneo de nuestra cultura ancestral. Nos quedan ya solo pequeñas islas o territorios donde la naturaleza pareciera clamar con rabia, desesperación e iracundia nuestro olvido e indiferencia.
Sin ninguna mezquindad, y solo con el propósito de construir, me he permitido alcanzarles a las gestiones gubernativas ideas valiosas y prácticas para promover y realizar un desarrollo armonioso y sostenible. Las gestiones de Walter Grundel Jiménez y de Lluni Perea Pinedo han sido las más ´privilegiadas´; sin embargo, todas las propuestas han sido archivadas. Como que me dijeran: ´Estás perdiendo el tiempo, hermano. No friegues.´. ¿Tal vez algún individuo haya tenido injerencia en dichas gestiones e instruido para que no se me escuchara? De repente la cosa va por ahí.
Gestionar es señalar derroteros porque gobernar es un proceso continuo. Gobernar es dejar huella y no solo hacer lo que es evidente; porque hay que hacer la diferencia. ¿Cuesta entenderlo? (Comunicando Bosque y Cultura).