Enigmático complejo arqueológico descubierto en 1963 permanece como símbolo de la grandeza chachapoya y del vínculo entre cultura y naturaleza.
En lo más profundo del bosque amazónico nororiental, oculto entre la neblina y el canto de las aves, se levanta uno de los sitios arqueológicos más enigmáticos del Perú: el Gran Pajatén, también conocido como la ciudad perdida de los chachapoyas. Ubicado a casi tres mil metros de altura, entre los ríos Marañón y Huallaga, este complejo —descubierto en 1963— sigue despertando interés por su belleza arquitectónica y su valor histórico.
Situado en el Parque Nacional Río Abiseo, distrito de Huicungo, provincia de Mariscal Cáceres, región San Martín, el Gran Pajatén abarca 20 mil metros cuadrados de construcciones circulares, terrazas y escalinatas que emergen del verdor de la selva. Con más de 800 años de antigüedad, pertenece al periodo de esplendor de la cultura chachapoya, civilización que dominó las cumbres y bosques del nororiente peruano antes del auge incaico.

Una joya de la arquitectura precolombina
Los muros de piedra pizarra decorados con figuras geométricas, aves y rostros humanos revelan la sensibilidad estética y precisión constructiva de los chachapoyas. Cada relieve refleja una cosmovisión donde la naturaleza y lo sagrado se entrelazan. El investigador Federico Kauffmann Doig sostuvo que el Gran Pajatén fue un centro ceremonial y de almacenamiento de alimentos, diseñado para resistir las condiciones del clima y asegurar la subsistencia del pueblo.
Por su fineza y complejidad, el Gran Pajatén suele compararse con la fortaleza de Kuélap, aunque conserva una identidad propia, marcada por el equilibrio entre lo andino y lo amazónico, entre la piedra y la selva, entre la memoria y el olvido.
Patrimonio del Perú y del mundo
En 1992, la Unesco declaró al Parque Nacional Río Abiseo —donde se encuentra el Gran Pajatén— como Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad, una doble distinción que comparte solo con Machu Picchu. En 2016, el reconocimiento se amplió con la creación de la Reserva de Biosfera Gran Pajatén, la más extensa del país, con más de 2.5 millones de hectáreas que abarcan territorios de San Martín, Amazonas y La Libertad.
Este reconocimiento no solo protege un ecosistema de alto valor, sino también la herencia arqueológica y cultural de una civilización que floreció entre montañas y nubes.

Un llamado a la conservación y puesta en valor
El acceso al Gran Pajatén sigue siendo restringido debido a la fragilidad de sus estructuras, cubiertas por la vegetación. Su recuperación requiere un trabajo técnico, interdisciplinario y ambientalmente responsable que combine investigación arqueológica y conservación ecológica.
El Ministerio de Cultura, con apoyo de la cooperación internacional, desarrolla proyectos de documentación, monitoreo y planificación para su puesta en valor. Sin embargo, expertos advierten que este esfuerzo debe involucrar también a las universidades, comunidades locales y gobiernos regionales, para convertirlo en una causa nacional.
El Gran Pajatén no es solo una ruina cubierta de musgo, sino una memoria viva de San Martín y del Perú, símbolo de cómo la cultura puede coexistir con la naturaleza.

El desafío de redescubrirnos
Revalorar el Gran Pajatén implica reconectar con nuestra identidad amazónica y andina, demostrando que el desarrollo sostenible puede convivir con la protección del patrimonio. Si el país logra rescatar este sitio sin dañar su entorno, enviará un mensaje claro: la modernidad no necesita borrar la memoria, sino aprender de ella.
Entre la neblina y el silencio del bosque, el Gran Pajatén espera. No como un vestigio del pasado, sino como una promesa del futuro: la de un Perú que mira su historia con respeto, ciencia y orgullo.