Grupos violentos toman las calles cada noche en Tarapoto y distritos vecinos, creando zonas sin control mientras las autoridades admiten que el marco legal no permite enfrentar el problema.

Cuando cae la noche en Tarapoto, varias calles se convierten en territorios liberados. Los mal llamados “barristas” no son hinchas: son grupos violentos y organizados que actúan con total impunidad. Sus enfrentamientos se han vuelto frecuentes y su presencia crece sin que el Estado logre contenerlos.

Estos grupos incluyen personas con antecedentes delictivos, algunas incluso protegidas por ciertos vecinos, lo que dificulta cualquier intervención.

Los sectores más afectados son jirón España, jirón Progreso (Nueve de Abril), Plazuela de la Paz, jirón Ricardo Palma (cuadras 12 a la 14) y sector Diez de Agosto. En Morales, el problema se concentra en el jirón Oscar R. Benavides y zonas altas; en La Banda de Shilcayo, las Siete Esquinas; y en Chazuta, las Rondas Campesinas incluso evalúan imponer toque de queda. Hay reportes también en Rioja.

El gerente de Seguridad Ciudadana, Erick Estrada Salinas, reconoce la limitación del sistema: “Se realizan operativos y detenciones, pero todo se diluye cuando el Ministerio Público libera a los implicados”. El mayor obstáculo es legal: en el Perú, el pandillaje no es delito, y para menores de 14 a 18 años solo existen medidas socioeducativas.

La audacia de estas barras es tal que realizan caravanas nocturnas, algunas incluso escoltadas por la Policía, donde vecinos como Junior Isla han sido agredidos.

A ello se suma el vínculo con actores políticos que, en campaña, las usan como “apoyo logístico” en eventos deportivos o actividades sociales, a cambio de tolerancia y espacios para operar.

En este contexto, la noche en Tarapoto ya no pertenece a los vecinos. Las familias exigen una respuesta inmediata, pues consideran que no hay un plan claro para recuperar el control. Piden a las autoridades explicar si existe una estrategia real de intervención o si, finalmente, se ha perdido el control de un problema que crece cada noche.