Lo que viene ocurriendo en Cataluña es una prueba más que la tan mentada estabilidad del capitalismo neoliberal del siglo XXI en los países desarrollados no pasa de ser el engaña muchachos que esgrimen las grandes corporaciones internacionales para seguir detentando el poder de las decisiones políticas y económicas en el planeta en plena era de globalización.
Los conflictos del Medio Oriente, en especial la carnicería en Siria, que está llevando a Europa a una situación inédita con la llamada “crisis de los refugiados”, pone en evidencia la entraña hipócrita del sistema capitalista, que para justificar la explotación que realizan de los países del tercer mundo, reducidos al papel de meros exportadores de materias primas como medidores de índices de crecimiento, no es más que un gran “bluff”.
Es por ello que cuando se trata de la primacía de sus intereses, los países europeos dejan de lado su retórica de “defensa de los Derechos Humanos”, y ante la avalancha de refugiados, asumen posturas que recuerdan épocas negras de la historia europea con el nazi – fascismo. Hasta la ultra civilizada Suecia está poniendo barreras fronterizas para contener a los refugiados.
El problema se hace patente y los europeos están quedando como el emperador desnudo de la fábula cuando en la médula del capitalismo neoliberal europeo, en la misma España, se produce un hecho inesperado e impensable como la declaración unilateral de Independencia de Cataluña por el “Parlament” de esta autonomía que aspira a convertirse en república.
Lo que era hasta ahora para la Europa de Merkel un fenómeno que máxime podría darse en las antiguas repúblicas comunistas, como en el caso de la antigua Yugoeslavia, se ha trasladado al corazón de la Europa concebida y construida a partir de los ‘80 como el modelo ideal de un nuevo orden mundial, apadrinado y protegido por los EEUU. Lo que parecía el comienzo de un sainete de baja estofa se viene convirtiendo en el probable inicio de un drama de impredecibles dimensiones continentales.
La Unión Europea ha hecho saber con claridad a los independentistas catalanes que una “República de Cataluña” no será aceptada de ninguna manera por la “zona euro” y ayer jueves incluso se llegó al punto de calificar los valores bursátiles de Cataluña como “bonos basura”.
Sin embargo, ni estas presiones externas ni los conflictos internos que atraviesan los catalanes, tanto en su enfrentamiento con el centralismo madrileño, que ha conseguido que el Tribunal Constitucional suspenda por “5 meses prorrogables” el pronunciamiento independentista, como las propias disensiones internas de los partidos catalanes impulsores de la secesión, serán suficientes para evitar que un proceso que lleva ya varios siglos germinando, sea alcanzado en un futuro próximo.
El mayor problema que podría afrontar España en este caso es el “efecto dominó” que el hecho consumado de la independencia catalana podría producir en otras autonomías que reivindican su identidad nacional, como la de Galicia, y, muy especialmente, en el país vasco, que ya había pasado a ser un problema menor en la política interna española con la derrota del grupo ETA. El separatismo vasco podría resurgir con renovada fuerza y con esto la balcanización del reino de España estaría consumada.
Habrá que ver qué sucede en las próximas semanas y meses, y hasta qué punto la brújula del poder capitalista neoliberal podrá guiar los pasos del gobierno español y de la monarquía en su momento de mayor peligro desde la abdicación de Alfonso XIII en el siglo pasado.