

Según nuestras auditorías, los tres hombres tenían antecedentes penales en Quebec por delitos menores. Jonathan Raymond fue multado por poseer un puñetazo americano y por poseer marihuana. Su apartamento en Saint-Jean-sur-Richelieu fue incautado por la SQ en relación con la investigación de Naos, en 2016, dirigida a una red de vehículos robados. “Fue objeto de una investigación en este caso, donde hubo varios arrestos y donde la policía encontró cantidades grandes de cocaína”, dijo ayer Alexandre Paradis, su exabogado. Su condominio fue buscado porque la policía asumió que ya que vivía en Perú y conocía a algunas personas, era él quien estaba enviando cocaína. Pero no condujo a ninguna parte y los investigadores nunca lo acusaron”, añadió el abogado.
Según su madre, se había exiliado al Perú para reconstruir su vida. Había adquirido más de 200 hectáreas de tierra para cultivar cacao y plátano. “Él vio grande. Lo veía como una empresa internacional. Pero como no tenía la nacionalidad peruana, tenía que entregar su tierra a un peruano”, dice La Barre.
En diciembre pasado, para regularizar su situación, Jonathan Raymond cedió “tres grandes plantaciones” a Philippe Truchon, que tiene doble nacionalidad canadiense y peruana. “Valían más de $ 2 millones. Tal vez Philippe vio el valor y hubo una conspiración para conseguir la otra tierra”, dice La Barre.
Antes de su desaparición, Jonathan Raymond había sido sometido a amenazas de muerte hechas en Facebook por alguien cercano a él. La Barre jura, sin embargo, que el negocio de su hijo estaba “limpio”. “Él realmente quería que todo estuviera limpio. No había guerrilleros, nada más que plátanos. Aunque todo el mundo piensa que es el paraíso de las drogas por ahí, no había nada, nada, nada. Jonathan estaba en guardia. Tomó grandes precauciones. Tenía la obsesión de revivir su pasado“, asegura la señora La Barre.