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Apaga el celular un momento

 

Hace un mes no pensábamos que iba a durar tanto, hoy después de más de treinta días no sabemos cuándo acabará. El aislamiento social para combatir la propagación del coronavirus produce, en diferente medida, aburrimiento, ansiedad, temores, frustración.

Sin embargo, solo tres de cada diez personas presentaron aquellas dificultades, según confirma el estudio de las psiquiatras canadienses Rima Styra y Laura Hawryluck realizado a gente que vivió el confinamiento sin salir de sus casas en 2003 por el síndrome respiratorio agudo severo, SARS, causado por otro coronavirus.

Las personas que se vieron afectadas por estrés postraumático y depresión después del distanciamiento social no tuvieron compañía ni contaron con ayuda especializada. Es decir, la gran mayoría de individuos sí puede sobrellevar este periodo.

Lo primero, ante todo, es la aceptación del tiempo que vivimos. Viktor Frankl fue un psiquiatra judío que estuvo prisionero, durante tres años, en distintos campos de concentración incluido el de Auschwitz, donde vio perecer a muchos amigos y familiares cercanos en las cámaras de gas. Aceptar dichos infortunios fue fundamental para continuar adelante.

Frankl desarrolló después la logoterapia, disciplina basada en “la búsqueda por parte del hombre del sentido de la vida”. Asegura que más importante que buscar el placer o evitar el dolor es encontrar el propósito, el objetivo de nuestra existencia, el saber que la vida espera algo de uno, que somos importantes para otros y que lo que hacemos es único y valioso.

En esta etapa de reclusión debemos entender, y tenerlo claro, que el esfuerzo que hacemos es importante, tiene el objetivo personal de salvar nuestras vidas y el social de salvar a nuestros vecinos, familiares y amigos.

La poeta colombiana Piedad Bonnet en su libro Lo que no tiene nombre donde narra la vida y suicidio de su hijo Daniel recalca que en los seres humanos “la fuerza de la racionalidad da una dura batalla a la fuerza de las emociones”. La primera debe ganar, esto es permitirnos gozar, sufrir o llorar, no obstante darle la justa medida a nuestros afectos y si percibimos que las fuerzas nos abandonan solicitar apoyo.

Utilizar el logos o la razón no significa ocultar o dejar de lado la realidad o nuestros sentimientos. Supone un esfuerzo que nos ayude a no perder la esperanza, sobre todo, en el futuro, aunque parezca incierto.

¿Puede aceptar el momento actual una persona que se gana el sustento diariamente o una que ha perdido su trabajo u otra que no recibe su salario debido a la cuarentena? Es un escenario complicado, pero estamos obligados a afrontarlo y aceptarlo, que lejos de ser resignación es entender y a partir de allí poder enfrentar. Pedir ayuda, conversar con personas que nos puedan asistir, hacer alianzas, no quedarse callado, no quedarse quieto.

La situación por la que vivimos nos agobia, a algunos más que a otros, pero no perder la esperanza es “no tirarlo todo por la borda” como afirma Frankl en El hombre en busca de sentido. Es no ver solo lo negativo de la actual circunstancia.

Tener en cuenta que el sistema inmunológico de nuestro cuerpo es el que mantiene nuestra salud adecuada y funciona también como anticuerpo ante las infecciones. El estrés y la depresión bajan nuestras defensas y permiten que agentes externos puedan hacernos daño.

Desconectar un par de horas el celular, ver una película, leer un libro, recordar el poema que aprendimos en el colegio, escuchar una canción que nos haga bailar, conversar sobre una situación que no tenga que ver con la pandemia favorecerá tener los recursos para no enfermarnos.

El reconocido historiador Yuval Noah Harari señalaba en una entrevista hace una semana que “el mayor peligro son las personas, no el virus” ya que depende de la responsabilidad de cada uno seguir las normas de las autoridades y de la ciencia médica para que el COVID-19 no se propague. El estudioso manifestó que este periodo es parte del “normal discurrir de la historia” y como tal pasará.

No dejarse llevar por el desánimo aunque nos quiera vencer. Reconocer que el tiempo del virus se acabará. El hermano Richard Hendrick, franciscano capuchino irlandés, escribió el poema “Lockdown” donde reconoce el pánico, la enfermedad y la muerte aunque a la vez observa que “en todo el mundo la gente está desacelerando y reflexionando” y cree que “la gente está despertando a una nueva realidad / a lo que realmente importa”, que el mundo se modificará.

Hace unos años leí una frase en un libro y cada vez que ocurren tragedias, terremotos, muertes o padecimientos confronto dicho enunciado con la actitud que tiene el ser humano frente a la terrible situación que lo desafía: en la noche más oscura las estrellas brillan más.

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