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jueves, mayo 29, 2025
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¿Agua que bebemos, basura que arrojamos?

Este no es un llamado solo a la autoridad. Es una interpelación al ciudadano

Cuando llegue el estrés hídrico, la gente volverá los pasos a los ojos de agua, a los pozos de agua

En la cuadra 3 de la avenida Circunvalación, en la entrada del sector El Achual, Tarapoto, la escena se repite como un ritual olvidado por la modernidad. Dos pozos de agua sirven como fuente de vida para varias familias del barrio. – Están los letreros colocados por la comunidad y el servicio de Protección al medio ambiente del PHCBM-   En baldes, botellas o bidones reciclados, los vecinos se acercan día a día para abastecerse del recurso más básico. Aquí no hay grifo en casa, ni cisterna que pase con frecuencia. Solo la necesidad y la costumbre.

Pero la postal se rompe cuando uno alza la vista. A pocos centímetros del pozo, la basura se acumula sin vergüenza, en los accesos y al costado de la misma avenida, ahí están los plásticos, tecnopor, restos de comida, botellas de licor, e incluso una batería de laptop oxidada arrojado por vecinos y gente que no tiene la mínima empatía con la salud y el medio ambiente – una bomba de metales pesados a la intemperie – completan el cuadro desolador, la gente que habita en cerca al lugar nos dice que se han cansado de hacer jornadas de limpieza, “nos unimos, realizamos la limpieza y al siguiente día aparecen cúmulos de basura, no se puede con la gente nos dice la señora Matilde”.

Mientras tanto, el agua fluye entre el descuido y el abandono, agua que brota del sub suelo que se usa para lavar ropa, para limpiar ollas. Se bebe, también. Con resignación.

“Nosotros venimos a diario a sacar agua, pero nadie dice nada de la basura. Es como si fuera parte del paisaje”, comenta Doña Celia Rojas, vecina del lugar. “Antes era más limpio, pero ya nadie se preocupa, cada quien hace lo que quiere”.

Las autoridades municipales brillan por su ausencia. No hay señalización, ni campañas de sensibilización en la zona. Tampoco un cerco que proteja los pozos. El riesgo sanitario es inminente, gente de mal vivir ha hecho de este lugar sus covachas.

Según el Ministerio de Salud, el contacto con agua contaminada puede generar enfermedades diarreicas agudas, infecciones dérmicas y hasta hepatitis. Y aunque no se han reportado aún brotes masivos en la zona, el peligro está latente.

Un problema cultural

La escena no es exclusiva de El Achual. La ciudad está llena de puntos similares: espacios públicos, canales o quebradas que fueron convertidos en basureros a cielo abierto por acción (y omisión) de los mismos ciudadanos.

El ornato urbano no se reduce al barrido y recojo de la basura que a su medida lo hace la municipalidad. También es un reflejo de la educación cívica que recibimos en casa. La responsabilidad no es solo del Estado o Municipal. Tirar basura al suelo, quemar residuos o usar un pozo como lavadero no es normal, y, sin embargo, muchos lo justifican con un “así ha sido siempre”.

“Mi hija ya sabe que no puede botar basura en la calle, pero cuando ve que otros lo hacen, pregunta por qué nadie los corrige”, dice Carlos Ramírez, mototaxista que vive a unas cuadras. “Es como si nos hubiéramos rendido” señala como si esta actitud fuera normal en la crianza de sus hijos.

¿Qué estamos esperando?

La basura revela mucho más que un descuido. Revela prioridades, valores, y, sobre todo, el nivel de compromiso con la comunidad. Si un pozo de agua, en pleno uso humano, está rodeado de residuos, ¿qué esperanza queda para el resto de la ciudad?

Este no es un llamado solo a la autoridad. Es una interpelación al ciudadano. A los padres que enseñan con el ejemplo. A los jóvenes que heredan el espacio público. A todos los que aún creen que es posible vivir en una ciudad limpia y digna.

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