Amarse podría significar: dejarte llevar por los instintos más bajos y a la vez tan inexpugnables designios del destino, paseando tu febril conciencia por el magistral océano de ilusiones paradójicas que divagan en tu mente.
Podría ser también, sentirse absurda y volátil, en un mundo grisáceo y fulminante. Más allá de eso, si eres resistente al cambio, serás testigo y edificadora de un mundo brillante y promisorio.
¿Qué es, si no el dolor, la cosa más hermosa que sentiste, antes de haber salido airosa en el hermoso proceso de transformarte de oruga en mariposa, para dejar el capullo y luego estar lista para vivir con intensidad y pasión el venir de los años?
Te transformaste en lo que nunca esperaste, con la capacidad de verte introspectivamente, evaluando cada aspecto de tu cruda vida.
La parte más hermosa tal vez sea el haber nacido en ese entorno en el que te sentías sumergida, casi ahogada; y elevarte hacia lo más alto para demostrar la parte más bella de tu ser.
Que difícil tarea la del observador, verte cada día más feliz; sin poder demostrarle todo lo que sentiste cuando estabas en lo profundo del abismo, cuando tus lagrimas envolvían tu ego y lo transformaban en una alfombra de deseos.
Ahora, te ven caminar erguida, sonriente, feliz, optimista; lo que demuestra que todo lo que pasaste se justifica al haber superado, con esfuerzo, tu dolor durante el cambio fortuito, pero, ineludible que surgió de lo más profundo de tus anhelos, y finalmente aprendiste a envolverte en tus propios brazos y sanar cada herida del desenfreno que ocasionaste. Y ahora solo tú puedes curar. Nadie más, solo tú.