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martes, febrero 11, 2025
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Argumento a favor de la suerte

20

Conseguí la soga, pero no conseguí de ningún lado el valor o la locura suficiente como para usar la soga en ese propósito que en un momento a solas se me instaló en mi cabeza. Devolví la soga a mi vecino al día siguiente, ese frustrado plan de silenciar mis chillonas tristezas; ese sentirse ser nada se iba apoderando de mis noches y su rastro se extendía hasta las primeras horas de la mañana.

Fue el cumpleaños de papá, un cumpleaños más y a estas alturas no sabría si está bien celebrar los cumpleaños o estaría tal vez mejor en quedarse callados, en dejar pasar ese día como quien hacerle olvidar a la muerte un número más en su registro del tiempo. No es nada grato ver a tu padre llorar por la impotencia de ver a su mujer haciendo trizas la razón, la paz analgésica no ha podido contener esta vez los gritos furibundos de una que le arroja en cara a su marido su inutilidad para salir de la pobreza. No hubo regalos ese día, ni al otro día tampoco. Soy un mal hijo, o tal vez no es tanto eso sino que soy un mal tipo simplemente.

Es hora de levantarse para el trabajo y no sé qué artimañas usar para engañarme a mí mismo que sí existen motivos para ponerse de pie. La foto de una chica lejana, una estrella del cielo al norte de mi camino, puede ser una buena razón para seguir. Le busco formas de robarle monedas a la fortuna, soy un pésimo ladrón. Le dolerá la pierna una vez más a mi padre, lo veo casi frente a mis ojos con su silencio coagulado, le falta mucho las ganas de acompañarnos en mesa últimamente, de acompañarse él mismo.

En el trabajo la chica que me gusta no debería gustarme, uno tampoco puede ser tan desgraciado y fregar a un buen tipo que tuvo la suerte de conseguirse una chica inteligente y bella, buena gente y bella; aunque lo más probable es que en realidad ellas son las que nos escogen, nos eligen y en las sumas que hacen la cara bonita pesa menos que el peso de la billetera. Son pocas las cosas que valen la pena tanto en esta vida, una de esas cosas es un amor desinteresado e incondicional. Me conmueve hasta las lágrimas que una chica se enamore de mis palabras y de mi poesía, de este ser extraño y torpe que se tropieza con su sombra y aun así y todo increíblemente – aún no me lo creo del todo – se enamore de mí.
Solo el amor es la respuesta, la certeza del amor bien puede arrojar afuera del templo del alma a esos mercaderes que lo han corrompido con sus juguetes tecnológicos, sus ofertas de satisfacción inmediata, sus luces de escándalo, su versión falsificada de la felicidad.

Esa foto a unos centímetros de mi cama, esa estrella que bien sabe iluminarme, es un buen argumento para convencer a la suerte.

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