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viernes, diciembre 6, 2024
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La benefactora y la ladrona

Sin agua, no hay vida. Los campos agrícolas de donde proceden los alimentos se mantienen verdes gracias a las aguas de lluvia. Entonces, la lluvia se convierte en una benefactora de la humanidad; y no solo humana, también de los otros animales, de las plantas y de los microorganismos; es decir, de todos los seres vivos. Aunque, el beneficio no solo se circunscribe al mundo vivo, esta agua benefactora provoca reacciones químicas de los elementos naturales, en disoluciones, mezclas y combinaciones, haciendo del mundo en general una máquina en constante movimiento. E incluso, existen hundimientos de áreas superficiales en China y norte de América, por el desgaste de rocas calcáreas por las aguas subterráneas. Las aguas de lluvia trasladan el nitrógeno gaseoso de la atmósfera a la superficie del suelo, éstas se infiltran y son fijadas por microorganismos que a su vez sirven de nutrientes para las plantas. Estas aguas de lluvia quedan empapadas en el suelo, en los micros poros de las arcillas y las materias orgánicas descompuestas. La presencia de agua de lluvia en la capa superficial del suelo, de quince a veinte centímetros, provoca dinamismo químico, porque los elementos naturales se mueven con el agua de un lado a otro, adhiriéndose alrededor de los gránulos de arcilla y de trozos de materia orgánica. Sin el agua, los elementos no podrían movilizarse. Tampoco podrían vivir los microorganismos que siguen alimentándose de las materias orgánicas, realizando su trabajo para convertir esa materia en abono disponible para las plantas. A su vez, las raíces de las plantas se mueven lentamente, como gusanitos que buscan sus comidas, en ese medio acuoso, que los técnicos llaman solución suelo. Las plantas absorben agua de ésta solución suelo y junto al agua van los nutrientes, a distribuirse por todas sus partes, por los conductos que se llaman floemas y xilemas. Las plantas no podría absorber ni agua ni nutrientes de un suelo seco, por tanto se morirían por deshidratación y por inanición. Bajo este contexto, la lluvia se convierte en benefactora universal.

Empero, la benefactora también es ladrona, porque se roba el suelo de la parcela; aunque no se roba para ella, sino para depositar el suelo en otras partes. La floresta verde que es expresión del bosque natural, además de exhibir sutileza belleza, cubre con su manto todo lo que tiene dentro; así como el ave cubre con las cóncavas alas sus polluelos. La madre naturaleza no es así porque de pronto se quiere mostrar; esta estructura matemáticamente calculada, es el resultado de miles de años de formación. Por ejemplo, casi un centímetro de suelo se forma cada cien años. En el bosque hay diferentes tipos de especies arbóreas, arbustivas, herbáceas. Cada cual ha sido adaptada a la ecología natural, bajo estrictos procesos de adaptabilidad. De lo contrario, simplemente la especie no vive en este lugar. Cada especie se ha adaptado a un tipo de zona de vida específica. Por tanto, el hombre es el que debe adaptarse a vivir en el medio que reside. Por ejemplo a vivir en zonas árticas, en climas templados, en lugares tropicales, en medios acuosos, en zonas rocosas. Ocurre, que el ser humano inteligente, realiza des bosque en la mayoría de las veces por gusto. Al realizar el des bosque, se quita el paraguas del suelo. Las gotas de lluvia caen directamente al suelo, provocando su ruptura y desperdigando gránulos por doquier. Parte de las aguas de lluvia se infiltra, ingresa a la capa del suelo, formando la solución suelo. Pero, la lluvia excedente se desplaza por la superficie llevándose consigo las partículas desperdigadas. Las aguas de lluvia se llevan el suelo de la parcela como una burda ladrona. Ese suelo llevado, jamás regresará a la parcela. Se fue para nunca más volver. ¿Cómo es posible que una gran benefactora se convierta en ladrona? ¿Quién es el responsable para que ocurra este robo? De hecho, no es la lluvia, porque la lluvia siempre ha existido. Existió antes del desbosque y no se llevó la capa de suelo agrícola. Entonces ¿por qué lleva ahora? La lluvia se roba el suelo desde la intervención del bosque del ser humano. ¿Acaso el hombre no debe intervenir el bosque para vivir? El problema no es la intervención en sí; sino, las malas prácticas agrarias subsiguientes a la intervención. Es decir, debe existir bosque natural aledaña a la chacra (Del 30 % según la Ley forestal); procurar no dejar la superficie totalmente libre, expuesta al sol y a la lluvia; sembrar en líneas a curvas de nivel; no remover el suelo durante el deshierbo; realizar agro forestaría, es decir, el cultivo ordinario mezclado con especies forestales; no emplear productos químicos para no matar los microorganismos; construir barreras vivas o muertas, con palos, piedras, como hicieron los Incas con los andenes en la sierra y los de la etnia Chachapoyas con las terrazas en la selva. En otros términos, la gran benefactora lluvia, no se convertiría en ladrona, si el hombre practicaría la intervención del bosque con algo de inteligencia.

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