Al principio me sentí cómoda y con ganas de hacerlo, pero mientras pasaba el tiempo, la situación se ponía tensa. Su mano cogió mi rostro y ahí empezó el calvario. Esta experiencia cada vez se ponía candente, por un lado quería hacerlo y por otro tenía miedo y mi corazón parecía que iba a salir por la boca.
Los minutos se tornaron en horas y todo seguía igual, su mano se apoderaba de mi rostro, de mi boca, de mi ser. No podía moverme, porque un paso en falso y todo sería fatal. Por momentos, todo mi cuerpo se adormecía, gritar no era una opción, morderlo tampoco, callarme y esperar, era lo único que me quedaba.
El temor, la ansiedad variaban y se convertían en un factor que podía ayudar o entorpecer todo. “Tranquila, respira, sino será peor”, me repetía mientras el sudor mojaba su camisa blanca. Era cierto, estresarse no contribuía en nada. Empecé a inhalar y exhalar, entré en confianza y colaboré, todo con tal de terminar rápido y aunque el dolor era profundo, logré salir con vida.
¡Bendita muela! Parece que mi juicio será permanente. No pensé que este pequeño dolor se convertiría en mi tortura por días.
¿Ya tomaste una pastilla para el dolor de diente y no te pasó? Tu mamá y tu abuelita te dijeron que te enjuagues con agua y sal, con clavo de olor, te calmó, pero el dolor aún no se va. Cada vez te desesperas más, pero no quieres ir al dentista, ya no reces a ningún santo, que no hay otra salida racional, ¡Tienes que ir al dentista!
Con la boca no se juega, lamentablemente solo acudimos al médico cuando el dolor es intenso y no para un tratamiento preventivo. Una vida saludable depende de tu boca y de lo que hagas con ella.
Aunque sea tu “peor pesadilla”, acude al dentista por lo menos dos veces al año, su opinión es muy importante. Una boca bonita, con unos dientes cuidados, no es solo una carta de presentación, sino un termómetro que mide nuestra salud.
Nuestras vidas están llenas de cosas ricas, los dulces por ejemplo, el tabaco en algunos casos y sobretodo del delicioso café, ese que es mi vicio y el que siempre me acompaña en cada uno de mis artículos.
Ayyyy Dr. Luis Schrader, me hizo sudar frío, sufrir, odiarlo y amarlo a la vez, lo arañe, lo mordí, le hice bajar un par de kilos en las 3 horas de cirugía, pero, todo valió la pena, porque con la boca no se juega, ¡Con la boca se disfruta!