Se sienten pasos. El cambio anunciando está llegando, aunque muchos aun dudan, a pesar de estar experimentando sus desagradables efectos. Los pocos bosques sobrevivientes del planeta se están incendiando, como drástico repudio al reprochable comportamiento humano. Se dice que el hombre es inteligente, quizá lo sea; pero, su vanagloria ególatra hasta ahora le ha envuelto en atmósfera de mentiras, como la serpiente hizo con Eva. La inteligencia es parte del ser, no es todo el ser. Otro dice que el ser es solo carne y hueso, que tampoco es cierto. Hasta ahora se sigue pregonando en un lirismo utópico, que la ciencia ha sobrepasado lo imaginable de la tecnología. Que en el presente nuevo año saldrán a la vida cotidiana humana tecnologías jamás pensadas, como aviones supersónicos, carros eléctricos comerciales, trenes súper rápidos, plásticos biodegradables, encuentro de vida en el planeta Marte, casas con energía solar y agua de lluvias, en fin, tantas supuestas maravillas que el hombre está descubriendo como resultados de miles de investigaciones. Precisamente, éstas tecnologías son descubrimientos humanos de recursos naturales existentes. Ningunas de éstas tecnologías son resultantes de la nada. Algunos individuos todavía tienen la osadía beligerante de afirmar que ahora con éstos avances tecnológicos “ya todos deben tener confianza en la sabiduría humana, dejando de lado la creación de Dios de todo lo existente”.
Éstas pequeñeces nos “sorprenden”. Sin embargo, estamos cegados de valorar los recursos naturales sin los cuales dejaríamos de vivir todos los seres vivos. Hace algo más de diez mil años que vivimos en la Amazonía, en aquel entonces, los componentes de la naturaleza se desarrollaban de manera equilibrada, como resultado de millones de años de constantes evoluciones. Las fuentes de aguas como lagunas, quebradas, ríos, ojos de agua, estaban flanqueadas de frondosos árboles ribereños, de robustos arbustos y de floridas hierbas que rastreaban los suelos oscuros. Ésta densa biomasa cubría con su inmenso manto verde éstas superficies acuíferas, permitiendo evaporaciones graduales y manteniendo el líquido elemento por más tiempo. Además, las aguas siempre se conservaban claras, jamás estaban barrosas, salvo esporádicas circunstancias de erosiones ribereñas. Cuando acaecían las copiosas lluvias, sucedía el progresivo incremento del caudal, con presencia de rastrojos, insectos, serpientes, pero siempre con sus aguas claras. Y, ¿cómo se sabe de esas ocurrencias naturales? Por supuesto que están lejos de ser resultados de investigaciones de modernos genios, más bien, son experiencias vividas de hace solo cinco décadas atrás, del disfrute de la convivencia humana en la espesura del bosque natural. Si hace este poco tiempo había ésta forma de vida en armonía con la naturaleza, ya se entiende entonces, el Edén que la Amazonía significaba para el humano hasta antes de cincuenta años. Esa armonía hombre bosque se rompió. Es fácil imaginarse la sincronización de la vida en la pureza de la selva hasta antes de la llegada del ser humano. Todos los componentes se desarrollaban juntos, en completa sintonía. Las cadenas alimenticias simplemente se desenlazaban de acuerdo a sus poblaciones. Las especies vegetales vivían de acuerdo a su espacio ganado en el suelo para recibir racionalmente los rayos del sol para su fotosíntesis. Los animales silvestres se alimentaban de los de su cadena y de las plantas. Plantas y animales no podían vivir sin agua y sin oxígeno. Plantas y animales vivían del suelo, porque allí existían los animales que servían de alimento y siempre ha sido la fuente de nutrientes y ha servido en el sostenimiento de las plantas; además, insectos, invertebrados, bacterias y hongos tienen en el suelo su agradable casa, que le convierten al suelo en un ente vivo, porque está lleno de vida.
Pero, ¿qué ha pasado con el incremento de la población humana? Como se supone es un ser racional y súper inteligente, se entiende en el modesto sentido, que debería conservar los componentes naturales para que pueda vivir al menos de manera cómoda. Conservando las proporcionadas cantidades de plantas que provean el oxígeno que además del hombre también necesitan los animales. Conservando el recurso suelo en cantidades necesarias al menos para la producción de alimentos básicos, porque cada vez aumentan las personas que carecen de un pan para comer. Los reportes de extinciones de plantas y animales son dramáticos, que se alejan de la vanagloriada sapiencia humana científica. La ausencia de bosque en las superficies donde por millones de años fueron bosques, gracias a los talentos humanos, ahora son zonas desérticas, carentes de fuentes de agua, ausencia de animales silvestres, suelos degradados, limitado oxígeno, altas temperaturas, ausencia de vientos, lluvias ausentes, erosiones por doquier, quebradas con aguas turbias, empresas que pagan a políticos corruptos siguen desboscando vendiendo la madera y otros productos naturales que nunca han producido, sin importarles en absoluto la pronta llegada inesperada del cambio climático. A los lejos suenan sórdidos truenos como quien engaña al engañador malhechor que con ansias clama lluvia, que espera aquellas gotas con la boca abierta al cielo como hacía en tiempo lejano el extinto tucán.