En mayo de 1992 cuando nos constituimos a Moyobamba por la presión de los agricultores del Alto Mayo pues querían conocer cómo se iban a distribuir los dineros que el gobierno había transferido a los gobiernos regionales para atender al agro, la preocupación del equipo del Fondeagro se centraba en conocido periodista radial quien era el terror de los funcionarios públicos y en determinado momento lanzó esta expresión en la reunión que convocaron los productores agrarios. Una jerga tan común, como deliciosa.
La jerga enriquece nuestro vocabulario y nuestras vidas. Y en mi opinión, es parte del humor de las sociedades que se quieren. Le da un nuevo dinamismo a todo como lo expresa Wayne Dyer en su libro Tus zonas erróneas: “Quizá te tomes la vida demasiado en serio. Tal vez la característica más acusada de la gente sana es un sentido del humor sin hostilidad. Un excelente remedio para la ira es ayudar a los demás a elegir la risa y aprender uno mismo a echarse para atrás y observar la incongruencia de casi todas las situaciones de la vida”. Y eso hago y he hecho toda mi vida y tanto que muchas veces me dicen: “Hazte madurar ya”. Y ese sentido del humor lo muestro en todas partes y soy enemigo de tanto cucufato que anda suelto, especialmente de esos que se ponen terno y corbata para una sencilla ceremonia, por ejemplo. Soy enemigo de la solemnidad, pero respetuoso sí con todos, incluso con los congresistas y los alcaldes.
Esa mañana de mayo de 1992 nos encontrábamos en un amplio salón que quedaba en el jirón Oscar R. Benavides y frente a la Plazuela Bolognesi. En otros frentes está la sede de la Agencia Agraria y estaba la famosa tienda de Tomanguillo. Acompañaba a los ingenieros Augusto Laines, Manuel Osores Escurra y al Econ. Eduardo Pinedo del Águila, directores del Fondeagro, ellos más asustados que nerviosos. Yo estaba tranquilo, pues tenía experiencia de lidiar ante los reclamos de los agricultores. Casi dos horas después de preguntas de todos los frentes, en un recinto totalmente colmado, todo el mundo quería escuchar la intervención de Juan Ramos Alejandría, el temible periodista radial. Cuando le tocó su turno se produjo un silencio sepulcral en el ambiente. Él, supuestamente, era el encargado de lapidarnos, dada su fama de incisivo, acucioso y polemista. Todos temblaron cuando formuló su pregunta dirigida al ingeniero Osores de cómo el Fondeagro iba a atender a los agricultores.
En ese silencio de rigor, la pregunta tenía toda su carga acusatoria, pero ya le había instruido al ingeniero Osores de cómo debería responder sin dar opción a repreguntas. “Señor Ramos, los préstamos llegarán a todos los agricultores con el sistema de la intermediación crediticia”. La respuesta pareció descolocarle al periodista, y la expectativa del auditorio estaba en su mayor éxtasis para escuchar la repregunta matadora. Juan Ramos Alejandría solo dijo: “¡Si, sí, que chévere, pajita pulenta, papayita limón y a otra cosa mariposa!”. Y ahí terminó la reunión. Minutos después encontramos a Juan Ramos Alejandría paseando en bicicleta por la ciudad. Iba contento y feliz. (Comunicando Bosque y Cultura).