Hace unas semanas, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) de Estados Unidos emitieron nuevos lineamientos para el uso de mascarillas basados en evidencias de que las personas vacunadas pueden infectarse y transmitir a otros la variante delta, más contagiosa. Muchas personas que pensaban que las vacunas les permitirían volver a la normalidad pre-pandémica se preguntan ahora si deberían cambiar la manera en que desarrollan su vida cotidiana.
Si bien la variante delta modifica el cálculo de riesgo, no significa que tengamos que volver a confinarnos en casa. Al momento de decidir qué actividades realizar, las personas vacunadas deberían considerar dos factores: el riesgo médico de su hogar y el valor que tienen las actividades para ellas.
Alguien que esté vacunado, que por lo general está sano, y que vive solo o comparte un hogar con otras personas que también están vacunadas y sanas, podría decidir que tiene la suficiente protección como para no cambiar nada.
Según los datos de los CDS, las personas vacunadas tienen aproximadamente ocho veces menos probabilidades de infectarse que las no vacunadas. Incluso si contraen COVID-19, lo más probable es que una persona vacunada experimente síntomas similares a los de un resfriado común; después de todo, las vacunas reducen 25 aplastantes veces la posibilidad de una enfermedad grave.
Pero, ¿No fue el hecho de que varios fiesteros bajaran la guardia lo que causó que alrededor de 965 personas se infectaran, incluidas muchas que ya estaban vacunadas? Los CDC citan directamente este brote al momento de pedirle a gente vacunada que vuelvan a utilizar las mascarillas.
Es cierto que las vacunas no son una armadura a prueba de balas y que pueden ocurrir infecciones posvacunación. Sin embargo, consideremos el hecho de que se estima que 60,000 personas se reunieron durante las celebraciones del 4 de julio –día de la independencia-. Los restaurantes, bares y fiestas en casa estuvieron repletos de personas. Algunos de los infectados reportaron haber tenido contacto cercano prolongado con otros. Otra conclusión de este evento es que fue la prueba de fuego definitiva de las vacunas, y la superaron con gran éxito: solo alrededor de 1.6% se infectó, solo siete personas fueron hospitalizadas, y nadie falleció.
Sin embargo, ¿qué pasa con las personas que podrían no preocuparse por ellas mismas, pero que viven con familiares no vacunados o inmunodeprimidos?. Sal a comer a un restaurante, pero procura que sea un sitio al aire libre. Mantén tus planes de vuelo pero utiliza doble mascarillas de alta calidad todo el tiempo. Ve al gimnasio, pero durante las horas en las que no vaya tanta gente y tengas más espacio para ti.
Recuerda que las personas vacunadas están más seguras con otras que también estén completamente vacunadas.
Ten en cuenta que mis recomendaciones dejan que las decisiones sean individuales. Las personas vacunadas en Estados Unidos constituyen una pequeña minoría —algunos estiman que menos del 6%— del total de casos de coronavirus. Israel, que tiene un sistema de rastreo de contactos mucho mejor que Estados Unidos, informó que 80% de los vacunados no infectó a nadie en los espacios públicos. Incluso si le pidiéramos a los vacunados que restringieran de manera significativa sus actividades, eso difícilmente haría mella en la cantidad total de infecciones, y podría terminar siendo un gran desincentivo para la vacunación. Debemos ayudar a guiar a las personas vacunadas a que tomen las mejores decisiones para ellas y limitar cualquier restricción con aquellas que en realidad ponen en riesgo la salud pública: las personas que siguen optando por NO VACUNARSE.