Cuando ingresé a trabajar en el sector Educación en nuestra región de San Martin, tuve la gran ilusión de involucrarme en coadyuvar en su fortalecimiento a través de la investigación llegando a creer que, solo la Educación consistía en aprender a leer, escribir y sumar; sin embargo, el escenario de crisis política ocasionado por actos de corrupción de los más altos funcionarios públicos del país, me ha preocupado de sobremanera en buscar un eje de interrelación, el papel que estaría jugando la educación en prevenir y afrontar situaciones de corrupción.
Grande es mi sorpresa al comprobar que, la currícula nacional no los contempla. La corrupción ni siquiera es un tema que se aborde frontalmente en las escuelas y, sin duda, lo que viene sucediendo en nuestras instituciones democráticas tiene un impacto muy grande en el sistema educativo, el cual también tiene una influencia a mediano y largo plazo sobre las instituciones democráticas. Evidentemente, estamos en una crisis política muy grave porque se han roto los lazos de confianza y el sentido de autoridad que se requiere para que funcione una comunidad política. Sin embargo, esta crisis puede ser también una oportunidad para pensar qué tipo de educación estamos proponiendo como Sociedad.
Convirtiéndose en un problema cultural que, necesitamos extirpar más allá de medidas efectistas, pues es necesario abordarlo con seriedad, sobre todo poniendo énfasis en el contenido de la educación, de tal forma que se promuevan valores y prácticas como la honestidad, el respeto a la Constitución y ley, el respeto al bien ajeno y a la propiedad privada, la recompensa al esfuerzo, el respeto al derecho de los demás, la responsabilidad frente a nuestros actos, entre otros; y de esta manera combatir aquellos patrones y estereotipos que justifican la corrupción.