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Como si fuera ayer, Requiem para Pedro Emilio Torrejón Reina

Ayer 2 de febrero del 2018, en la mañana invernal europea, estuve leyendo mi meditación diaria del librito Notre pain quotidien 2018 impreso y publicado por Éditions Olivétan-Société Luthérienne. Los versículos leídos se encuentran en el Antiguo Testamento, en el libro de Deuteronomo, capítulo 11, del 1 al 12. El versículo 11 dice lo siguiente: «La tierra a la cual pasáis para tomarla es tierra de montes y de vegas, que bebe las aguas de la lluvia del cielo.»

En Egipto, los Hebreos conocieron la agricultura bien planificada que tenía como base una sólida irrigación. Si el trabajo humano era mal hecho, habían malas cosechas como consecuencia. El pueblo de Israël al entrar a la Tierra prometida tuvo que poner su confianza en las manos de Dios, sin dejar de lado el trabajo responsable humano. Y recibiendo como bendición la lluvia del cielo.

Un día como hoy, en 1985, mi señor padre, don Pedro Emilio Torrejón Reyna, partió de esta tierra hacia la eternidad. Me acuerdo que una vez le pregunté si él se acordaba del deceso de su papá, en ese entonces mi abuelita Aurora vivía todavía (pregunta insolente de un chamaco de 8 años que tenía confianza en su progenitor) La respuesta fue: «Como si fuera ayer.»

Papá, tú lo sabes, yo también me acuerdo de tu viaje sin retorno como si fuera ayer. Hace 33 años que nos dejaste físicamente, pero sigues viviendo en nosotros. Más pasa el tiempo, y al escuchar Adios muchachos de Carlos Gardel, te siento cerca viejito lindo, y te veo cantar, a todo pulmón y haciendo mímicas (en público no hacías eso) Como dice esa canción: «Acuden a mi mente recuerdos de otro tiempo, de los buenos momentos que antaño disfruté…»

La muerte te sorprendió siendo decano del Colegio de periodistas de San Martín. Me viene a la mente el sonido de la máquina de escribir cuando en tu oficina escribías tus artículos para que sean leídos (por ti o por otros) en Radio Tropical, de la ciudad de Tarapoto, o salgan impresos en el diario El Comercio, de la capital peruana. Eso comparto con mis hijos, que no tuvieron la dicha de conocerte.

No he consultado a mis hermanos (pero ellos estarán de acuerdo conmigo) que a pesar del tiempo transcurrido, te extrañamos. No fuiste perfecto (como todo ser humano) pero lo que nos diste, nos sirvió, nos sirve, para encaminarnos a la Tierra Prometida, donde recibiremos la bendición de nuestro buen Padre celestial, y trabajando siempre de una manera responsable por el bien de la humanidad.

Me imagino que estás rodeado de seres queridos, como los abuelitos, mi mamá, mis hermanos (Hilda, Victor) y demás miembros de la familia. Viejito, nos haces falta…y te acordamos como si fuera ayer.

En nombre de toda la familia, tu hijo, Pedro Emilio.

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