En San Martín, la baja penetración de dispositivos digitales refleja las limitaciones estructurales de la selva peruana. La región presenta el menor índice de uso de estos dispositivos, con valores por debajo de los 20 puntos porcentuales.
Por: César García
Investigador de la Red de Estudios del Desarrollo (REDES)
En los últimos días, ante el retraso del inicio del año escolar debido a las intensas lluvias, surgió la posibilidad de virtualizar las primeras clases del periodo académico en regiones como Puno, Ucayali, Loreto y La Libertad. Sin embargo, esta opción ha puesto nuevamente sobre la mesa una de las brechas más urgentes del país: la limitada conectividad a Internet en las zonas rurales y la falta de habilidades en el uso de tecnologías avanzadas. Esta realidad no solo complica la implementación de la educación a distancia, sino que también pone en riesgo el desarrollo educativo, social y económico del país.
Una investigación que realicé junto a Jesús Gamboa, reconocida por el Concurso Anual de Investigación CIES 2023, reveló que, aunque el acceso a internet móvil alcanzó al 90% de los hogares en 2022, un 25% de las viviendas rurales sigue sin conexión. Más del 95% de los peruanos posee un teléfono móvil; sin embargo, las habilidades digitales especializadas —como programación o el manejo avanzado de hojas de cálculo— son aún escasas. Esta carencia tecnológica perpetúa desigualdades socioeconómicas y limita el potencial de desarrollo de millones de peruanos.
Esta brecha es especialmente notoria en regiones como San Martín, donde la baja penetración de dispositivos digitales refleja las limitaciones estructurales de la selva peruana. La región presenta el menor índice de uso de estos dispositivos, con valores por debajo de los 20 puntos porcentuales —menos de la mitad de lo registrado en Lima y Callao—. Esta situación responde tanto a la deficiente infraestructura de telecomunicaciones como a barreras lingüísticas, considerando que en la Amazonía se hablan 44 de las 48 lenguas originarias del país.
En un mundo que avanza rápidamente, la conectividad y la alfabetización digital –es decir, la capacidad para usar de manera crítica y efectiva las tecnologías digitales– ya no son un lujo, sino un pilar del desarrollo económico que fortalece la competitividad del país y abre las puertas a un futuro más inclusivo. No obstante, la actual brecha en conectividad y formación digital limita el acceso a herramientas tecnológicas, como la Inteligencia Artificial, y cierra la puerta a oportunidades educativas y laborales para millones de peruanos. En ese sentido, la alfabetización digital debe ser priorizada como una política de Estado. Solo con acciones concretas y una visión colaborativa podremos construir un camino sólido hacia una economía más productiva y conectada con el mundo.
El proceso de cierre de brechas debe partir desde dos frentes principales. En primer lugar, se debe priorizar la expansión de redes de internet fijo en zonas rurales, garantizar el acceso a dispositivos en las escuelas públicas y capacitar a docentes para que adapten sus metodologías a las demandas tecnológicas. Estas acciones deben complementarse con alianzas público-privadas que impulsen inversiones estratégicas en conectividad. Además, en segundo lugar, es imperativo incluir políticas de alfabetización digital que preparen a los ciudadanos para enfrentar las exigencias del mercado global.
Actualmente, no podemos hablar de crecimiento económico sin hablar de conexión a Internet. Los países que no inviertan ahora en infraestructura digital corren el riesgo de que sus economías queden rezagadas. Sin embargo, los esfuerzos no deben centrarse solo en instalar puntos de acceso, sino que el Estado debe asegurarse de que los beneficios derivados de ellos sean equitativos, y que las habilidades correspondientes sean sólidas. La inversión en alfabetización digital es una apuesta segura para el futuro del país, en tanto empodera a los ciudadanos para que alcancen su máximo potencial.