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domingo, junio 1, 2025
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Crisis de representación

La historia reciente de nuestra precaria democracia parece haber llegado a un punto de inflexión donde por primera vez, parece que la responsabilidad para sacar a nuestro país del estado en el que se encuentra le corresponde al ciudadano de a pie, digo esto porque los acontecimientos están mostrando las carencias, por no decir miserias, de quienes tienen y han tenido la oportunidad de representarnos.

 

La lista de representantes “democráticamente” elegidos, líderes y lideresas de agrupaciones políticas que desfilan hacia las cárceles es numerosa y todo parece indicar que seguirá en aumento, más aún, si este proceso empieza a recorrer instancias de menor rango es de prever el sistema penitenciario se verá desbordado, mucho más de lo que hoy ya está.

 

Para muchos de nosotros, tal vez la mayoría, ver a gobernantes sometidos a la ley era un sueño que jamás pensaríamos que ocurriría, al mismo tiempo preocupa por la inestabilidad que esta crisis genera en todos los demás sistemas, nos preguntarnos si el estado actual significa que tal vez hemos “tocado fondo” o debemos seguir esperando cosas peores. ¿Qué pasó con nuestro país para que lleguemos a una situación como la que nos está tocando vivir?

 

Si revisamos el último tramo de la historia peruana, los últimos cincuenta años estuvieron marcados por dos etapas claramente definidas, en su primera un golpe militar instauró un gobierno de facto que duró 10 años cuyo principal eje fue “quebrar el espinazo” a lo que llamaban la oligarquía en el país, es decir un sistema de gobierno en la que el poder está en manos de unas pocas personas pertenecientes a una clase social privilegiada y por lo tanto el estado se manejaba de esa manera, estos grupos de poder controlaban todos los sistemas del estado peruano, el económico, el político, el judicial y por supuesto con el apoyo y anuencia del poder militar que para entonces tenía notable influencia en Latinoamérica.

 

Una asamblea constituyente nos regresa a la siguiente etapa, con los ánimos renovados y un futuro por delante que nos llevaría a la tierra prometida, líderes democráticos que instauran una manera de hacer política basado en promesas electorales a una población ávida de escuchar a alguien que sintonizara con sus carencias y debilidades, esperanzas en un caudillo que reuniera todos los requisitos necesarios y suficientes para llevar a su pueblo del infierno a la gloria sin pagar ninguna cuota de sacrificio, la retórica fue suficiente para que un caudal electoral sin precedentes hasta entonces, encumbrara a quien sería el principal protagonista en la entramado político, hasta el día que voluntariamente decidiera desaparecer.

 

Alan García toma el control del escenario político, como poniendo entre paréntesis a la década nefasta de la dictadura cívico militar fujimorista de los años noventa, con dos periodos de gobierno, el primero con el discurso de un país para todos libre del fantasma de la oligarquía, terminó marcado por la hiperinflación y el descontrol; en el segundo período en su afán desmedido por corregir el desastre no tuvo la mejor la idea de buscar corregir un mal con otro peor y nos dejó un país metido y sometido a un sistema que no funcionaba sin corrupción, este cáncer había contaminado muchos sistemas de la democracia peruana, hoy mirando en retrospectiva podemos entender que la clase política peruana sin excepción alguna, había cambiado de dueño hoy quienes ejercían el verdadero poder en el Perú eran quienes tenían el control de las grandes obras: Odebretch y OAS, las más emblemáticas, empresas brasileras habían desplazado a los oligarcas peruanos, eran ellos quienes tenían el poder a través de políticos que en conjunto habían renunciado a la gloria y la trascendencia por una miserable cuota de dinero y poder.

 

Hoy tenemos un país quebrado moralmente, sin liderazgo ni partidos políticos con legitimidad, es lamentable ver como la clase política a través de sus representantes en el congreso principalmente, han logrado construir una coraza legal que hoy los protege y desde ahí impiden que el estado logre dar pasos firmes para su transformación e innovación, esa reforma que debe romper con los paradigmas que nos han llevado a una situación de hartazgo, no podemos seguir con instituciones que, hoy se hicieron evidentes, solo sirvieron para perpetuar el sistema de corrupción como la inmunidad parlamentaria, hoy podemos tener más claro porque este clase política no requiere de una educación pública de calidad, tampoco que la salud sea un derecho humano inalienable, tener a las personas sin educación ni salud son los insumos de una vieja manera de hacer política en el Perú que debe ser desterrada sin más contemplaciones.

 

Hoy la democracia nos interpela, no queda otro camino más que el involucramiento de todos en el proceso de cambios radicales que nos lleven a una sociedad en paz y armonía, si a algo le temen los malos políticos peruanos es a gente protestando en las calles, a personas libres y de buenas costumbres, es ahora cuando debemos tener claro que el futuro para nuestras generaciones pasa por la responsabilidad de quienes elegimos.

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