Daniel Peredo, periodista deportivo, deja cuatro fórmulas de deseos que todo ser humano tiene, algunos menos, algunos más. Pero lo cierto es todos tenemos algo que desear: inmediatas, mediatas o lejanas. En el caso de Daniel Peredo, manifestó cuatro posibilidades que algunas eran ya parte de su vida cotidiana.
Dijo como punto número uno: jugar fulbito todos los lunes con sus amigos. Cosa que ya lo venía practicando por muchos años como un compromiso irrevocable. Y en esta entrega de su pasión al deporte le sorprende la muerte. Una muerte totalmente que no lo esperaba de la forma como le llegó para poner fin a su existencia. Nadie tiene comprado de qué forma llegaremos y de qué forma partiremos de este mundo. Todos los mortales estamos seguros de una sola cosa: el presente, es decir, todos estamos seguros cómo estamos viviendo el presente. Pero nadie está seguro cómo vivíamos un reciente o lejano pasado o cómo viviremos un reciente o lejano futuro.
Como punto número dos, Daniel Peredo manifestó tener miedo a la muerte. Yo también le tengo miedo a la muerte. ¿Saben Por qué se le teme a la muerte? Porque de por medio están los proyectos cuando éstos todavía no son conquistados. Por eso Daniel le tuvo miedo a la muerte, quería conquistar más laureles en su carrera deportiva, a pesar de que estaba ya en la cumbre de un narrador deportivo con estilo propio y una carisma apoteósica que vivía de corazón para hacer sentir también de corazón a millones de oyentes y televidentes que tuvimos la suerte de escuchar y ver sus emocionantes narraciones.
Como punto número tres, Daniel Peredo quería morir algún día durmiendo. Tampoco se cumplió este deseo, no porque sea inalcanzable, porque a fin de cuentas todos los mortales pasaremos por la prueba de decirle a dios a este mundo. Daniel quería irse durmiendo, esto quiere decir, que Daniel Peredo, anhelaba vivir muchos años, llegar a la senectud, pasar los umbrales de la vejez. Prácticamente con los cuarenta y ocho años que tuvo, intuyo que apenas estaba por entrar a la mitad de su existencia. Si tomamos en cuenta que los cincuenta años es apenas la mitad de madurez del ser humano, su deseo cronológico de Daniel Peredo era llegar a los cien años, cosa que tampoco se cumplió.
Como punto número cuatro de transmitir los partidos de la copa Rusia 2018, tampoco se cumplieron, donde la selección peruana, fue el testimonio del grito de victoria después de más de tres décadas sin que los peruanos gozásemos lo que es la alegría de estar compitiendo los partidos de una copa del mundo.
Daniel Peredo luchó con su garganta que esto se haga realidad. No son solamente los once jugadores que disputan para conquistar una victoria futbolística, son también las vibras de aliento de las personas, de los hinchas; son también las gargantas narrativas de comprobada fortaleza anímica, como fue la garganta de Daniel Peredo, una garganta que cantó decenas de goles en todos los encuentros futbolísticos del país y del mundo, sea de partidos ajenos que no era la selección, y con más razón cuando disputaba la selección peruana.
En fin, de las cuatro posibilidades, fueron solamente dos que se hicieron realidad. La primera que le pescó la muerte haciendo lo que le gustaba: jugar fulbito con sus amigos. La segunda, que se hizo realidad lo que tanto tuvo miedo: la muerte. Mientras tanto los dos restantes que no se cumplieron: morir estando durmiendo y transmitir la copa del mundo Rusia 2018, quedan ya para el recuerdo de un personaje de la narración deportiva bastante joven, cuya lección que nos transmite es, que aprendamos a vivir el presente sin ningún otro sueño más que la propia vivencia del momento, porque anhelar algo más hacia el futuro, sin gozar al cien por ciento la vivencia del presente, es como auto quitarse la mitad del gozo presente.
La vida siempre va a tener opiniones de todo tipo, entre buenas y malas, entre justas e injustas, entre agradables y amargas. Pero la muerte no deja más opiniones que una sola realidad, sea la persona millonaria o pobre, sea famoso o no. La única realidad es, la muerte, que no es más que un breve descanso o un dulce sueño, porque nos aguarda la segunda venida de Cristo, donde creyentes o no, estaremos levantándonos de los sepulcros ante la presencia del gran maestro de todas las revoluciones.