Por Willian Gallegos Arévalo
El sábado pasado, como queriendo dejar mal al Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología, llovió copiosamente en la ciudad de Tarapoto, y es que la naturaleza nos quiso dar otra oportunidad para prevenirnos de la sequía y advertirnos que, para mitigar el cambio climático debemos intervenir y decidirnos a declarar en emergencia el sistema hidrográfico de la región San Martín, como lo vengo pidiendo desde el año 2003. El problema es serio y ya le reiteré en dos oportunidades al gobernador don Walter Grundel Jiménez, quien se caracteriza por ser un funcionario ejecutivo. Ahora que el Cumbaza y otros riachuelos casi se han secado es necesario hacerlo a través de una decisión política. El gobernador debe hacerlo.
Los gobiernos locales las entidades que deben liderar el proceso de desarrollo– no están cumpliendo su rol como se denunció en la sesión del Comité de Gestión Regional Agrario, en Rioja, la semana pasada, donde una vez más ningún alcalde provincial participó y a un burgomaestre se le justificó con el argumento tonto de que “por razones de trabajo no podía estar presente”. Debe entenderse que los procesos deben ser liderados por los gobiernos locales, practicando la gobernanza, y, por ignorancia y vanidad, están omitiendo sus funciones: de la ley orgánica de municipalidades, el proceso de la modernización de la gestión del Estado, la ley de bases de la descentralización, la ley marco del cambio climático, etc. No estarían entendiendo los conceptos del bien común, el bienestar general y la calidad de vida que deben ofrecer a los ciudadanos y que son la razón de ser de sus funciones. No se les ha dado gratuitamente todo el poder para gestionar el desarrollo; pero algunos alcaldes no se destacan por sus buenos comportamientos y gobiernan con el miedo.
La declaratoria de emergencia del sistema hidrográfico de la región San Martín ya es un clamor ciudadano. Los ríos se están secando, los ojos de agua y los ecosistemas de los aguajales han desaparecido, se está arrasando los bosques, se pretende construir una carretera con el argumento de facilitar las comunicaciones, los ciudadanos hemos perdido el placer y felicidad de irnos a los ríos y lagunas a bañarnos y solo lo puede hacer la gente que tiene dinero, en las piscinas de los hoteles y recreos. Más del ochenta por ciento de nuestras fuentes y arroyos han desaparecido por la actividad ganadera; las tierras de cultivo se pierden por la voracidad urbanizadora. Pero se pretende hacer complicado la gestión de gobernar.
A partir de la declaratoria de emergencia del sistema hidrográfico podremos encontrar las políticas y estrategias del uso del agua para salvarnos del desastre. Es a partir de resolver el tema del agua donde debemos encontrar las soluciones a todas las necesidades: consumo poblacional, agrario, ambiental, paisajístico, recuperar los caudales ecológicos, etc., darle felicidad a la gente. Y, ojo: nadie deberá pretender inventar la pólvora. Los sabiondos y llenos de “experticias” sobran. Debemos entender que los problemas se solucionan a partir de sus causas; no de sus efectos. Perdamos el miedo a intervenir con políticas audaces. (Comunicando Bosque y Cultura)