Él adormece mis sentimientos, revoluciona mis neuronas y acelera mi corazón. Cuando me toca, mi cuerpo se paraliza, siento que me falta aire y empiezo a desvanecerme. Quiero gritar, pero no puedo. Me acerco a él y entre susurros le pido calma, que sea despacio, que no duela.
El 25 de noviembre se conmemoró el “Día de la eliminación de la violencia contra la mujer” y escalofriantemente aparecen datos que nos horrorizan, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) reveló que el Perú está como segundo lugar en tener mayor registro de muertes por feminicidios.
Millones de mujeres peruanas mueren en silencio, algunas maquillan sus heridas para que nadie se dé cuenta y otras simplemente se esconden. Mientras tanto, la población se vuelve fría e indiferente y aparece la frase: “Mientras no toquen a mi familia, no me importa”. Y así, la vida agoniza y un grito en el silencio retumba en oídos adormecidos por el egoísmo.
Violencia invisible. Algunos justifican que la violencia es provocada por las mujeres, las mismas que según el guion de los machistas deben ser sumisas, obedecer a sus hombres y aceptar el golpe a cambio de amor, de un amor que mata.
Con frecuencia escucho comentarios que me sacan de mis casillas, la mayoría de estos comentarios se engloba en los traseros y las delanteras de las mujeres, éstos gozan del privilegio de ser hombres y lo asocian al derecho de ver, tocar y maltratar a la mujer comparada con un objeto, con un pedazo de carne, que solo sirve para comer.
Los maltratadores nacen y se hacen. Hace casi un mes una adolescente de 17 años desapareció de su centro de estudios, meses atrás había denunciado a un tipo de 27 años que conoció a través de redes sociales por hostigamiento, la denuncia quedó ahí y hoy ella está desaparecida, sus padres la buscan esperando tener respuestas, aquellas respuestas que están lejanas. Mientras tanto todos esperamos tener noticias sobre un cuerpo descuartizado, quemado o simplemente botado en algún lugar poco accesible. Nos resignamos a que cosas como éstas sigan sucediendo y poco o nada hacemos por erradicar el problema desde su raíz. Seguimos viviendo, esperando que las noticias informen sobre nuevas víctimas.
“Ni con el pétalo de una rosa”, algunos hombres utilizan las espinas de la rosa para destrozar el corazón, el cuerpo y los sueños de muchas mujeres. No solo es el que por propio error conocemos por internet, no es el amigo que creías bueno, ni tampoco es el padrastro que parecía amarte como hija. También es el que pasa por tu lado mientras caminas por la calle, es el que atiende en la tienda de la esquina, es el compañero de trabajo, son todos a quienes debemos temer, esto ha generado la violencia, vivir con temor, con temor a morir…
Despacio, dame cariñito, pero que no duela, porque si duele, no es amor….